En Venezuela la maldad se ha ido abriendo camino, con pasos sigilosos ha ido envileciendo la vida de todos los venezolanos. Cuando la GNB, armada con sus equipos anti motines, arremete contra personas de la tercera edad, que con todo derecho protestan, sin duda es un acto de maldad. Al momento que un delincuente asesina hay maldad en ello. En los linchamientos la maldad se presenta oculta entre la colectividad.
¿Lo anterior significa que el venezolano de hoy es peor persona que el de hace 40 años?, la respuesta sin duda es no. Lo que ha cambiado no son las personas sino las circunstancias. Cuando todo marcha bien es más fácil que lo mejor de cada individuo reluzca, pero cuando el entorno golpea, las emociones de esa misma persona se van tornando oscuras. La sobrevivencia física, o psicológica, suele cerrar paso a la bondad.
Grandes personajes de la historia supieron colocarse por encima de sus circunstancias adversas, defendiendo y practicando lo mejor del ser humano aún en situaciones donde el horror se había apoderado de la cotidianidad. La mayoría de estos personajes son nombres desconocidos, héroes anónimos de la defensa de lo mejor de los seres humanos, personas comunes que desde sus espacios lograron salvar algo de bondad en tiempos adversos.
Pero lamentablemente las masas pueden ser estúpidas, y en el anonimato las frustraciones se intentan aplacar con la maldad hacia el otro. Esto sin duda no puede ser una justificación, es más un intento de explicación para comprender el por qué hoy en Venezuela se es testigo de actos tan alejados de aquella idea del venezolano como “buena gente”. Es tal vez un intento desesperado de seguir viendo en el caos cierta racionalidad.
Lo cierto es que vivimos tiempos en los que las circunstancias adversas van golpeando a la mayoría de las personas, llevándolas a un estado de sobrevivencia en el que los instintos básicos prevalecen, y entre ellos la maldad como mecanismo de compensación contra las frustraciones. Mientras esto no cambie, y más bien se profundice, la maldad estará a la vuelta de cada esquina.
Esperemos que en estos tiempos adversos no se olvide parte de la esencia de ser personas de bien. El Gobierno se ha dado a la tarea de llevar al extremo la capacidad de resistencia del venezolano, colocándole frente a situaciones de vida o muerte (literalmente), forzándole a actuar de manera irracional. Nadie sabe cuánto más podrá durar esta situación, pero ojalá cambie el contexto antes que el dique de contención de tanta frustración se rompa.
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