Richard José Gil Dorante, de 18 años de edad, era el séptimo de diez hermanos, fue uno de los abatidos de la tarde del jueves en el barrio La Bella Lucha. El joven pertenecía a la selección de Boxeo del estado Lara.
José Gregorio Gil, estaba en las afueras de la morgue, tenía sus ojos rojos de tanto llorar.
Manifestaba que su hijo era inocente, comentó que Gil Dorante, estaba conversando con un joven del barrio cuando llegó la comisión del cuerpo detectivesco, que según él no preguntaron nada, y de una vez corrieron atrás de ellos, quienes buscaron refugio hacia la zona boscosa.
Asegura que uno de sus hijos intentó meterse y ayudar a su hermano, pero fue amenazado y por poco no corre con la misma suerte. “A él me lo sacaron vivo en una camioneta, intentó pararse, y a nosotros no nos dejaban hacer nada. Cuando llegamos al ambulatorio de La Carucieña, había fallecido”, comenta el señor Gil.
El padre indica que tiene 26 años viviendo por el barrio y asegura que ninguno de sus hijos ha sido mala conducta. Sabe que en el barrio sí existe una banda que mantiene azotada a los residentes, pero ellos procuran ni siquiera salir de la casa.
Aceptó que era inevitable que los muchachos no conocieran a los delincuentes, porque son personas que crecieron allí mismo, pero ratificó que no tenían nexo directo con ellos. A la misma vez indica que él ni su familia conocen al otro joven abatido.
Con la muerte de Gil Dorante, queda una pequeña de 8 meses, huérfana de padre.
Familiares indicaron que la víctima fatal había dejado de estudiar, pero estaba dedicado a sus prácticas en el gimnasio Omar Catarí, porque pertenecía a la Selección de Boxeo del estado Lara, había ganado varias medallas de oro para la región, la última de ellas el año pasado en Táchira y actualmente preparaba sus papeles para pelear fuera del país.
Sobre el segundo abatido, su padre lo identificó como José Rafael Suárez Valera, de 24 años de edad.
Alborotados
Residentes de La Bella Lucha hicieron llamados sin identificarse e indicando que temían por sus vidas, porque los miembros de la banda El Ángelo estaban alborotados, estuvieron todo el día amedrentándolos con sus armas en las manos.
“A los sapos les vamos a cortar la lengua”, expresaban algunos de los delincuentes.
Quienes se comunicaron hablaban con temor, explicaban que prácticamente les habían dado un toque de queda a los residentes, quienes han permanecido encerrados en sus hogares.
“La petejota vino, hizo su procedimiento y ahora los dejó a ellos alborotados y a nosotros desamparados”, comentan los residentes de la zona quienes temen a salir de sus casas.
