La depreciación de la moral política

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La política, señalan los entendidos, es manejo de realidades y solución eficaz de sus planteamientos. Pero la política de reciedumbre democrática, a la par de administrar circunstancias y procurar resultados orientados al Bien Común, se apuntala sobre valores éticos irrenunciables y fundantes.

El maquiavelismo se mira en el ombligo, es presa de la cultura de presente, es circunstancial y utilitario, en tanto que la ética democrática es como el dios de las puertas, Jano, que mira a la vez hacia el comienzo y hacia los finales. Aprende de su pasado y conserva sus raíces, para que al manejar lo cotidiano trascienda, deje ejemplos para las generaciones futuras. De allí que, a la legitimidad de los medios, en la democracia, le venga aparejada la legitimidad de los fines y viceversa.

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La referencia viene al caso a propósito de la ruptura que del orden democrático y constitucional y de la crisis humanitaria y de salud declara la Asamblea Nacional de Venezuela, con mayoría calificada de las fuerzas democráticas opositoras al régimen. Y vale, pues de no jerarquizarse la política venezolana, el quehacer político de trinchera, bajo el ruido de los disparos, puede mudar en traición a la propia democracia y a las víctimas de su desconocimiento.

Los hechos son los hechos y cabe tener memoria.

Los Maduro-Flores, los Rodríguez, los Jaua, hacen parte del clan cubano que se suma a los militares del 4F; los primeros, empeñados en hacer de Venezuela una fábrica de pobres esclavizados, en tanto que los últimos se asumen como los dueños reales del poder y en el camino, algunos, no todos, se coluden con el narcotráfico. No son chismes de pasillo.

El saldo está a la vista y es ominoso, escandaliza y desafía las leyes de la decencia universal. Venezuela es el país más violento del mundo y sufre la inflación más alta del planeta, luego de dilapidar 1.176 millones de millones de dólares. Sus instituciones democráticas han sido sepultadas por el morbo de la corrupción. Nuestro país es el mal ejemplo del que huyen las naciones y del que ahora marcan distancia negadores como el Apóstol Pedro y hasta Pablo Iglesias desde Madrid.

Pero ese experimento morganático – cívico/militar – tiene sus clientes, dolientes de vieja data, para quienes la real politik es forma de vida y estado del espíritu. No por azar, a lo largo de tres lustros y algo más se suman a la cohorte socialista del siglo XXI los Samper, los Fernández, los Zapateros, los Torrijos, quienes se cruzan de halagos con el castro-chavo-madurismo y se brindan lisonjas, marcadas hoy en la memoria colectiva confierro candente. No son, por ende, honestos dolientes de los presos políticos de nuestra diarquía dictatorial Cabello-Maduro, ni de quienes padecen hambre en Venezuela. El jefe de UNASUR, ayer no más recibido en audiencia por Papa Francisco, rechaza esas verdades tan palmarias como ofensivas de la dignidad humana.

Les preocupa, sí, el derrumbe de la causa común, que no tiene fronteras ideológicas sino negocios a compartir. Les afana ponerle límites al deslave de la “derecha” en Argentina y Brasil. Pero a la vez, la crisis terminal de su causa, les ofrece otra oportunidad benefactora. Urge frenar la hambruna y para ello, lo saben, el andamiaje económico-financiero cuenta con una oportunidad de oro.

En ese contexto de datos que infaman, se imponen otros contextos.

La Cuba genocida de los Castro es ahora la meca de la paz, bendecida y visitada; en tanto que los narcotraficantes de Colombia, según el pragmático decidido de su Corte Constitucional, son redentores de la civilización y autores de delitos “políticos”. Atrás quedan y son purificados, al paso, los Samper y hasta del Cártel venezolano de los Soles. Nada que decir, entonces, de la auctoritas de dichos personajes y la secretaría de UNASUR para servir como puente de diálogo con los Maduro, los Jaua, los Rodríguez. Andan en búsqueda de “nuevos mejores amigos”.

El discurso moralizador y democrático de la nueva OEA – “esclava del Derecho” – y de los ex presidentes iberoamericanos que se trasforman en albaceas de la Carta Democrática Interamericana y sus predicados, como la lucha por la libertad de los presos políticos y el respeto de la sagrada soberanía popular, en el instante podría quedar postergado. Pero privaría una realidad sin memoria – se repite en iguales términos la experiencia desaceleradora de las protestas democráticas en las que se asocian USA y el causante, Hugo Chávez Frías, y su causante, Fidel Castro Ruz, a propósito del referéndum de 2004 y de la aplicación que por primera vez se hace de la Carta mencionada a Venezuela – y vuelve al ruedo un probable diálogo sin destino; pero a costa de la moral y su depreciación. Celebran los Santos y también el diablo.

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