Paralizado el desarrollo de Rusia en el siglo XIX por los restos del zarismo, marcado por las profundas taras dejadas por la sumisión del pueblo a la monarquía, la economía colapsó y el patrimonio quedó muy perturbado desde la revuelta jornalera de 1917, la agricultura quedó arrasada igual que los bienes de consumo, la salud del pueblo etc. Pero lejos de ver una luz en el horizonte con la salida del régimen zarista las cosas en la nación empeoraron al tomar el mando un régimen peor, inclemente y sanguinario que se valió de la oportunidad para abolir la disidencia convirtiendo la URSS en un paraíso comunista hacia afuera y un infierno tenebroso hacia adentro. Lenin llevó a tal extremo su crueldad contra la población que los bolcheviques que lo llevaron al poder se horrorizaban del espeluznante “Terror Rojo” que aplicaba el autócrata con saña y sin piedad.
En los años veinte la hambruna se apoderó del país debido a las políticas económicas represivas que acabaron con la frágil agricultura. El régimen se rehusó a ayudar, no adoptaba ninguna medida para frenar la muerte de la población por hambre, más bien pensaba que “Mientras peor fuera todo, mejor iría todo para él”.
Los gobiernos del Alba (Alianza bolivariana para América latina) han copiado bastante del régimen impuesto por Lenin; es así como en Venezuela el pueblo padece una inasistencia total en la salud y un hambre generalizada en toda la población, la inseguridad en extremo peligrosa y dramática y los servicios públicos colapsados. Nada de esto frena su insistencia de querer seguir engañando al pueblo (al que ya no engañan) con falsas promesas que se convierten en nada. Su defendida ideología no calma el hambre ni da salud.
Excitar el nacionalismo con la represión ha sido una constante de quien gobierna; las reformas que aunque promulgadas a fuerza de decretos son inaplicables e ineficaces, porque no hay voluntad de cambio; son decretos y disposiciones que ni sus seguidores cumplen porque son los primeros en violentarlos.
El supuesto socialismo del siglo XXI aplicado en Venezuela fue la gran mentira que ha ido cavando su propia sepultura. Chávez prometió democracia participativa y a nadie permitió participar, prometió prosperidad, igualdad, seguridad y excelentes servicios y lo único que en 17 años se ha producido es corrupción, hambre, inseguridad, miseria, anarquía, inflación incontrolable y tiranía.
Las colas de la gente buscando comida en los gobiernos de Lenin y de Stalin eran inmensas. Los dos fueron despiadados con el pueblo ruso, llevaron el país al retraso económico, tecnológico, educativo y calidad de vida de la población. ¿Y qué es lo que se está viendo en calles, avenidas, pueblos, campos y veredas de toda Venezuela si no kilométricas colas para obtener nada? Como antes la indiferencia del mundo ante estos hechos se hace manifiesta hoy en Venezuela, en donde ni la misma OEA se pronuncia.
Solo la muerte detuvo el brazo sanguinario de Lenin y de Stalin a quienes-casualmente un derrame cerebral los dejó fuera de escena, poniendo fin a sus crueldades… No pudo el pueblo destituirlos, salieron por la voluntad y el tiempo de Dios que es perfecto.
Los costos del despotismo a través de la historia son aterradores: Dejan en el camino millones de cadáveres, se desploman brutalmente las economías, naciones enteras se han venido abajo por la represión brutal de los que mandan. Esperemos que Venezuela siendo un país petrolero no pase a la historia, marcada por el exterminio del hambre…