Las voces de Penélope – Cadenas en Granada

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“En medio de la incertidumbre, el reto: la pregunta sobre el sentido de esta constancia que inscribe letras en el gran hueco. Ser boca, a pesar de todo. Una manera de asentir”, nos dice Rafael Cadenas (Barquisimeto, 1930), quien acaba de recibir en Granada el Premio García Lorca 2015, en la sede de la Fundación que recibirá, una vez superadas las conversaciones con la familia Lorca, todo el legado del poeta que permanece en Madrid. Lo recibió en medio del respeto y afecto de una ciudad atravesada por la impronta de dos culturas, cuyos habitantes parecieran ser dueños de la simpatía y gracejo andaluz.

Allí, quizás abrumado por tanta admiración, en un salón repleto donde no quedó una silla vacía, nuestro gran poeta universal habló de sus primeros acercamientos a la poesía en Barquisimeto: “Mis primeras lecturas, a la edad de 14 ó 15 años, fueron ‘Don Quijote’, Rubén Darío, Walt Whitman, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y sus compañeros de generación, sobre todo, Rafael Alberti y Pedro Salinas, y un poco después, Jorge Guillén y Luis Cernuda”. Pausado como siempre, sin estridencias, le debe haber costado enfrentarse a tanta admiración desbordada, sencillez y alegría, amor por la palabra poética y sentirse como nunca, un ciudadano universal cuya patria poética, es la lengua común.

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Afirmó sentirse receptor de un honor del cual aún no se ha recuperado: ”No se mal entienda, es que me ha conmovido de sobremanera y debo decir gracias. Significa mucho para mí, los poetas venezolanos y mi país”. Aludió en su discurso, a los méritos de Lorca, por cuanto incursionó, dándole nueva vida y musicalidad, en las formas tradicionales de la poesía española y su profundidad trágica, asunto que en Granada salta entre las piedras de sus viejas calles y desde sus contrastes, vividos bajo la fuerza de la religión islámica primero, la católica después. La exaltación de la vida y los sentidos se entrelaza para alimentarse y/o destruirse en sus templos, plazas, la Alhambra y todos sus monumentos; su legado artístico y su lenguaje de calle. Asunto que nutrió la poesía y vida lorquiana, especialmente su relación profunda con los romances y el cante jondo gitano, influencias artísticas que parecen seguir siendo, a pesar de los discursos, caminos separados en Andalucía, no curada del todo de prejuicios en torno a la población gitana y su manera de vivir.

La poesía tiene la virtud de adelantarse a los acontecimientos y de hablar a todos, por cuanto es una especie de piedra pulida lanzada al pozo constituido por nuestras referencias y vivencias personales. Falsas Maniobras (1966) fue escrito hace cincuenta años, pero bien pudiera haber sido escrito ayer:
“Era el desfile de los habitantes desunidos, las sombras de ninguna región. Ocurría al final que las cosas no eran como yo había creído. Sobre todo, me ha faltado entre los fantasmas aquel que caminaba sin yo verlo. Tal vez el secreto de lo apacible esté allí, entre líneas, como un resplandor innominado, y mi soberbia injustificada cede el paso a una gran paz, una alegría sobria, una rectitud inmediata. Hasta entonces”.
No hay necesidad de apelar a lo que Cadenas escribe y dice en los últimos años para referirse a la quiebra de la utopía social ni a los desmanes que hoy nos acosan. Nada verborréico, este barquisimetano establecido en la capital, docente –hoy jubilado- de literatura en la UCV, se caracteriza por su silencio y reflexión, cuyo hilo ha atravesado toda su vida y obra. Lo encontramos hoy en todos sus libros: En “Moradas”, se perfilan posteriores escenarios comunes al ciudadano común: “Una vez —se dice— nuestra voz resonó con fuerza, pero hoy se consume en su propia resonancia como una cara en un estanque, y cuando nos hablan de pesadumbre sabemos que ninguna sobrepasa casa una de nuestros nacimientos, este hilo roto que dejan nuestros pasos.”
Cadenas en Granada hoy, ratifica la fuerza del lenguaje poético y su capacidad de simbolización. Su trascendencia universal así como la más íntima y personal. La de todos, incluso la de quienes no lo han leído o la desmerecen. En fin, la de quien esto lee y de quien esto escribe.

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