Su número, el 53, estaba bordado en el uniforme del equipo de peloteros de la UCLA en donde inició sus pasos y desde hace un año estaba activo en la escuela de béisbol Antonio Álvarez.
Con apenas 11 años ya había presentado en la academia de béisbol Iztúris, aunque tenía todas las condiciones no quedó por la edad. Debía esperar un año, pero ya le tenían el ojo puesto. Era zurdo se destacaba como pitcher, también como jardinero, y un buen corredor. El futuro en las Grandes Ligas lo tenía asegurado, le indicaron en aquel entonces los expertos.
“El jugaba porque le gustaba, no porque sus padres le decían. Quería ser igual a Ichiro Suzuki, quien es uno de los mejores jardineros”, cuenta un niño con una gran sonrisa en el rostro al referirse a su amiguito, quien ya no está con ellos, porque otro vecino, a quien ellos llaman “El Roto”, también de 11 años le quitó la vida de un disparo en la cabeza a las 8:00 de la noche del martes, en el sector 3 del barrio La Paz, al oeste de la ciudad, en la parroquia Juan de Villegas.
Todo el día con el arma
“El Roto” vive en el sector 1 del barrio La Paz, su abuela en el sector 3 y acostumbraba a ir para allá todos los días. En dicha cuadra viven y se reúnen gran cantidad de niños, un grupo de al menos 20 muchachos se la pasan por allí jugando.
Todos saben que el papá de “El Roto” es un delincuente que hace dos años salió de Uribana, pero nunca se metía con ellos. Según comentaron los mismos vecinos del barrio se llama Edward Silva y lo apodan “El Satanás”.
Desde hace una semana “El Roto” andaba agresivo con todos y hace tres días supieron que cargaba el arma de su padre. El martes apareció nuevamente con ella, vestía con unas bermudas de blue jeans, tenía un revólver calibre 38 en el estómago y lo tapaba con su franela.
“El Roto” comenzó a mostrar el arma desde las 9:00 de la mañana. A un niño de 7 años le ofreció un tiro en el pie, a otro de 8 años le preguntó que si quería pelear, a una niña de 9 años la apuntó hacia la cabeza y le dijo que si decía algo la mataría. Estaba bastante agresivo, estuvo en casa de su abuela, peleó con un primo de 12 años, a quien encerró y le mostró el arma indicándole que si no dejaba de meterse con él lo mataría, según contaron los mismos muchachos, y familiares del fallecido.
No fue a las prácticas
El pequeño jugador acudía a práctica todos los días de 2:00 a 5:30 de la tarde. Al regresar de los entrenamientos no salía de su casa, bien por estar cansado o porque se ponía hacer sus tareas escolar, puesto que además de excelente deportista era buen estudiante.
La tarde del martes no pudo ir a la práctica porque su padre tenía el carro dañado, en vez de eso pasó toda la tarde jugando fútbol con sus amigos, se divirtió como nunca. En la noche cenó y a las 8:00 de la noche “El Roto” lo llamó.
Fueron cuestiones de minutos desde que el niño salió a que sonará una detonación comentó José Giménez, vecino.
Al escuchar el sonido del disparo salieron y vieron al pequeño caer, se levantó y se desplomó malherido, mientras “El Roto” lanzaba el arma a la quebrada que está al frente de la casa y fue a refugiarse en casa de su abuela.
Giménez cargó al pequeño y en sus brazos lo trasladó hasta el ambulatorio de La Paz, ubicado a escasas cinco cuadras, pero cuando lo estaban estabilizando para referirlo al pediátrico, falleció.
Paralelamente dos amigos de “El Satanás”, el dueño del revólver, al presenciar lo sucedido, se metieron a la quebrada y se llevaron el arma, mientras el sujeto se fue de la zona.
El niño que disparó fue trasladado hasta la sede del Eje de Homicidios del Cicpc horas más tarde. Por la reforma de la nueva ley solo queda como un infractor, es inimputable y debería ser recibido en una casa de abrigo.
La víctima fatal era el menor de once hermanos y el único varón por parte de la madre. “Eran los ojos de mi mamá y mi papá” dijo una de las hermanas, asimismo lo aseguró Antonio Rodríguez, hermano mayor.
Los familiares del pequeño estaban desbastados porque un proyectil destruyó los sueños de un pequeño de 11 años y de toda una familia.
