No me gusta el papel de consejero porque respeto mucho la libre determinación de cada quien frente a los peligros de la vida, pero me preocupan demasiado algunas actitudes de sectores oposicionistas que parecieran tratar de pescar en río revuelto. El adversario no está a los lados. Está en el frente, a la vista de todos. Cualquier desviación lateral puede afectar la eficacia de la lucha que tenemos la obligación de librar. No es tiempo para oportunismos personales o grupales.
La confrontación actual está próxima a alcanzar un nivel irreversible, peligroso pero definitivo. La verdadera naturaleza de esta escalada está a la vista y sobre diagnosticada. En consecuencia, no podemos lamentar lo que es inevitable, sino prepararnos para estar en donde nos corresponda. Esa preparación incluye la necesaria paz interior que ayuda mucho a la hora de cualquier combate.
A lo largo de casi sesenta años de luchas políticas y sociales, desde la primera juventud, he sido siempre temeroso de las luchas inevitables conmigo mismo y frente a terceros. Siempre he procurado tener claro hasta donde puedo dominar las pasiones. Por eso recomiendo librarse siempre de la sensación del “yo” y del “mío”. Para alcanzar la paz interior debes despojarte de todos los deseos y ambiciones. En lo personal se debe trabajar renunciando a los frutos de la acción. Es el mejor camino al éxito. Lo que deba llegar llegará. Pensar demasiado en el beneficio por los resultados debilita el coraje en el cumplimiento del deber. Necesitamos alcanzar la paz interior que nos dará la moderación necesaria para lograr resultados perdurables. Tiene que haber relación entre los objetivos que se buscan y los actos que se ejecutan. Digamos con Gandhi que se necesitan “sentimientos fuertes, simpatías amplias y una sencillez infantil”.
Las jornadas presentes y futuras son demasiado serias y definitivas, para convertirlas en una simple rutina electorera que hace decaer los ánimos de quienes más sufren. La desobediencia civil está en marcha una vez que el régimen ha propiciado progresivamente la fractura constitucional que liquida el ordenamiento jurídico. Ningún diálogo o negociación abierta o encubierta con el régimen actual, garantiza la vida en libertad o el retorno a la democracia.
A nuestros jóvenes políticos y a sus organizaciones les pido que no se dejen atrapar entre las maniobras sagaces y la avidez de poder. Personalmente creo haber sido un luchador por temperamento, pero un conciliador nato. No se preocupen nunca por “perder prestigio” al reconocer errores y actuar correctamente. Conservarán autoridad moral sin buscarla y la mantendrán sin esfuerzo.