El imperio
“Las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes; y el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad.”
Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco. El Libertador.
El conocimiento, la capacitación, la educación, y la correcta toma de decisiones, regidos por la moral idónea; ejecutados con prudencia bajo el “Imperio de la Ley” por parte de los funcionarios a quienes el pueblo soberano les confirió el poder de conducir los destinos del país, deberían ser los rumbos que fuesen tomados por quienes alardearon tener la suficiente capacidad para gobernar la nación y lograron embelesar, sobretodo, a los más necesitados e ignorantes y, obtuvieron el triunfo electoral que les dio la potestad de manejar al país a su antojo.
Se elaboró una Constitución Nacional, hecha a la medida de quien ofrecía solucionar los, otrora, considerados graves problemas que aquejaban la republica que estaba en pleno desarrollo y que, por ahora, parecieran ser mínimos ante la realidad que enfrentamos los ciudadanos. A esa Constitución Nacional se le ha objetado desde un principio, que le fue dejado, de manera exprofeso, muchos vacíos, sobre todo, en aquellos artículos en los cuales, se dejó a posteriori, su regulación a través de leyes que fueron redactadas según la conveniencia del poder absoluto y que, algunas de ellas dejan en entredicho el espíritu, propósito y razón de los legisladores probos que aceptaron esos vacíos legales.
Así mismo, considero que no es cierto que la Constitución Nacional del 99 fue aprobada por el pueblo soberano; la mayoría de los votantes lo hicieron a ciegas, con desconocimiento total sobre lo que estaban eligiendo. Fue muy alto el porcentaje de analfabetismo que le dio un voto de confianza a quien se proyectó como un mesías, en aquella oportunidad. Y, prueba de ello es la falsedad que algunos defienden al aseverar la erradicación del analfabetismo en Venezuela; Si quieren comprobar la certeza de esta situación les invito a que vayamos a las montañas del país y con cualquier pretexto recojamos firmas. El resultado será, que todavía existen muchísimos ciudadanos que no saben ni siquiera firmar, y los documentos los validan con una cruz, o con sus huellas digitales.
No quiero que tomen mis palabras como una posición antagónica per se; desde hace tiempo he pregonado que, para solucionar los problemas del país, los cuales, cada vez se agravan más, tenemos que partir de analizar la realidad. Allí debe comenzar el dialogo verdadero, no demagógico. Si no se profundiza en la verdad y seguimos creyendo en que vamos rumbo al país de las maravillas de Alicia, jamás podremos enrumbarnos por caminos ciertos que conlleven a lograr una mejor calidad de vida.
La mayoría de quienes hemos alertado, insistentemente, al sector gubernamental sobre las erradas políticas sociales, económicas y ecológicas deberíamos ser considerados como empleados públicos gratuitos, y no como enemigos del régimen. Hemos hecho propuestas, que de haber sido ejecutadas, en muchos aspectos hubiesen conllevado al éxito del gobierno, simplemente, porque ese éxito, hubiese sido nuestro éxito.
“El mayor y más grande éxito del gobierno de un país… es el bienestar de sus ciudadanos”.
Ese bienestar, es la síntesis de la Misión y Visión que rigen la existencia de la Red de Instituciones Larenses al tratar de implementar sus tradicionales principios y valores en libertad y la democracia.