En cualquier país del mundo ser parte del sector laboral formal es sinónimo de estabilidad económica; por tener garantizados ingresos mensuales, beneficios laborales y seguridad social. Les permite a los ciudadanos planificarse a mediano y largo plazo; concretar metas personales o familiares.
En Venezuela esa cultura de trabajo ha ido cambiando en los últimos años obligada por la agobiante crisis causada principalmente por la alta inflación.
Y es que trabajar como taxista, vender piñas en cualquier esquina de la ciudad o mercancía con facilidades de pago les permite a muchos profesionales tener mayores ingresos mensuales que aquellos que cumplen una jornada de 8 horas diarias durante los cinco días de la semana.
La necesidad de dinero para cubrir todos los gastos que demanda una familia está llevando a más de un trabajador a dejar su puesto de trabajo en empresas para dedicarse a actividades de libre comercio, sin importar los beneficios que dejarán de percibir a futuro. Al final piensa en la comida del día a día.
Ronald Balza, economista y profesor del Instituto de Investigación Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), explica que este tipo de comportamiento se viene incrementando debido a que el salario mínimo aumenta menos que la inflación y frente a eso existen muchas personas que no están en condiciones de conservar sus trabajos porque no ven las posibilidades de mejoras salariales suficientes.
Se dan cuenta que haciendo otras actividades fuera de las oficinas o cualquier empleo fijo pueden obtener ingresos mayores a 15.000 bolívares mensuales, pero Balza aclara que también habrá consecuencias negativas porque no hay garantía de mantenerse en el tiempo.
“Se están perdiendo beneficios laborales que tiene que ver con antigüedad; quizás quienes se retiran son los más jóvenes”.
El economista usa como ejemplo la figura del ‘bachaquero’, que aumentó incontrolablemente en los últimos meses sin que se pueda llevar una cantidad exacta, pero que al ser una actividad fuera de ley señalada por el mismo Gobierno nacional, no tiene ningún tipo de protección laboral.
“En un país con una economía estable las personas no renunciarían para dedicarse a eso; a menos que la oportunidad exista como está ocurriendo en Venezuela, donde debido a los controles por parte del Estado, haciendo el diferencial entre el precio que se compra y el que se vende luego, se obtienen muchas ganancias”.
Otras iniciativas ante la crisis
También están lo que han decidido emprender en un proyecto de negocio que no sólo les otorgue la independencia económica sino mantenerse a largo plazo. Sara Linares, gerente de Aliadas en Cadena núcleo Barquisimeto; que ofrecen programas de formación para fomentar la cultura del emprendimiento, señala que en sus inicios en el 2013 las principales interesadas eran amas de casas, que buscaban incorporarse en actividades económicas y sumar dinero a sus hogares, pero en el último año la mayoría de las participantes han sido mujeres que decidieron abandonar sus puestos de trabajo y poner en marcha ideas de negocios.
Sin embargo, entre estas iniciativas y el comercio informal existe una delgada línea que podría confundirse ante la necesidad de percibir dinero rápido. Linares explica que emprendimiento no se trata de comprar productos más económicos para después de venderlos más caro a los consumidores.
Va más allá de eso; de planificarse, crear estrategias, evaluar las posibilidades en el mercado, prepararse para las adversidades comerciales. Mostrar innovación, pero sobre todo que persista en el tiempo y se pueda cumplir con todas las responsabilidades financieras y legales.
Balza agrega que el emprendimiento depende de dónde están las oportunidades; quienes producen y quienes se encargan de comercializar. En ambos casos se están enfrentando a comercios ilegales debido a los controles de precios que los lleva a hacer inversiones por encima de lo oficial, que al final implica costos que quizás no se recuperen con los ingresos.
Ante estas circunstancias muchos emprendedores no aguantan uno o dos años, cambian de actividad y algunos optan por llevarse su iniciativa a otro país o prefieren vivir ilegales a cambio de mayores beneficios económicos y de seguridad.
En consecuencia, en Venezuela se está viviendo una economía subterránea que va creciendo sin que se pueda controlar, sin cumplir con el pago de impuestos, sin darle garantías laborales, lo que si hacen las empresas ya consolidadas.
“Se está cambiando el tipo de organización que en este momento es poco rentable, por otra que no es segura. Al final sigue siendo inestabilidad, es un país donde el sector formal no puede crecer o se contrae mientras que el informal crece incalculablemente”, puntualizó el economista.
Se incrementa el bachaqueo
La figura se ha incrementado exponencialmente en los últimos seis meses en Venezuela. Muchas personas han decidido dejar sus trabajos en empresas donde ganan salarios mínimos para dedicarse a hacer colas en los supermercados por productos regulados para después ofrecerlos hasta 500% más caro de su valor legal.
En un intento por controlar la actividad ilegal esta semana el defensor del Pueblo, Tarek William Saab, informó sobre una estrategia piloto desde el Ejecutivo nacional para combatir el bachaqueo en seis estados del país en conjunto con la Superintendencia Nacional de Precios Justos.
Afirmó que tienen 200 funcionarios desplegados para la verificación de la red de abastecimiento pública y privada en todo el territorio nacional y que se han ejecutado unas 5.200 inspecciones en más de 1.100 establecimientos, detectándose “que sí existen mafias que toman los primeros 100 – 200 puestos para la compra de productos de primera necesidad – con la complicidad interna de los dueños de abastos o supermercados”.
Saab, sentenció que “el bachaqueo es una forma de especulación, es una mafia que saquea los establecimientos y que ya tienen un modus operandi”.