La noche del miércoles al jueves 19 de mayo fue asesinado en su casa el doctor Pedro Azpúrua Marturet, padre, abuelo, hermano y tío de personas de mis caros afectos. Ese anciano de 86 años fue asfixiado. ¿Cuánto puede luchar alguien de esa edad? Para el momento en que escribo estas líneas se sabe que su chofer, Marcos Pérez, de 34 años, también fue asesinado y lanzado en la Cota Mil.
Decir que sus asesinatos fueron viles, se queda corto. Decir que fueron horrendos, se queda corto. Decir que fueron injustos, se queda corto. Cualquier adjetivo que les ponga queda corto, porque el país se nos ha convertido en un muladar. No sé cuánto más queremos, debemos o podemos aguantar.
Cada vez me indigno más cuando veo a esos motorizados no uniformados que paran sus motos de alta cilindrada –sin placas, por supuesto- en el medio de las vías para detener el tráfico y que una gigantesca camioneta, blindada hasta los cauchos, pueda pasar con su «preciosa» carga de un funcionario público «importante». Primero, no deberíamos atender la orden de alto de ninguna persona no uniformada, pero al ver sus tremendas pistolas –que procuran que siempre estén a la vista- no nos queda más remedio. Segundo, porque mi tiempo es tan valioso como el tiempo de ese funcionario que no quiere esperar ni siquiera en un semáforo. Y tercero y principal, que la vida de ese personaje que cuidan con tanto esmero es tan valiosa como la de cualquier otro ciudadano.
Pero los ciudadanos de a pie estamos a merced del hampa. Ya no hay horas seguras ni lugares seguros. La muerte está acechando en todo momento y en todas partes. Y el gobierno… ¿qué hace el gobierno, aparte de haber repartido armas a diestra y siniestra?…
Hugo Chávez nos repitió ad nauseam que nos llevaría al «mar de la felicidad». Él y Maduro nos han ido llevando hacia allá. En Cuba, Fidel Castro mandó al paredón a todos sus adversarios. En el siglo XXI no es tan fácil hacer lo mismo, pero la inseguridad en la Venezuela de hoy es equivalente al paredón en la Cuba de ayer. Y el resultado es el mismo: cientos de miles de inocentes muertos y la emigración de la población mejor educada. Estamos asistiendo al funeral de nuestra Nación. Nuestra patria muere cada día, con cada venezolano que asesinan, con cada venezolano que se va. Sentido pésame, Venezuela.
@cjaimesb