Una mediación de expresidentes para un diálogo, presión de la OEA a favor de un referendo revocatorio: la comunidad internacional empieza a movilizarse ante la elevada tensión en la crisis venezolana, aunque analistas se muestran escépticos y advierten que las voces aún son tímidas.
«Hay una creciente acción de una parte de la comunidad internacional sobre Venezuela», dijo Félix Arellano, experto en política internacional de la Universidad Central.
En medio de una dramática escasez de alimentos y medicinas y un clima político cada vez más agresivo, tres exmandatarios gestionan desde el pasado jueves un acercamiento entre el gobierno y la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que controla el Parlamento.
Invitados por Maduro, el exjefe del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y los expresidentes Leonel Fernández (República Dominicana) y Martín Torrijos (Panamá) actúan a instancias de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) en lo que admiten será un camino «largo y difícil».
Las gestiones recibieron el apoyo de Estados Unidos -acusado por Maduro de tramar su caída junto a la oposición-, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y el gobierno de la vecina Colombia.
A ello se sumó una inédita declaración de Chile, Argentina y Uruguay, ofreciendo integrar un grupo de «países amigos» de un diálogo.
«Se está generando un proceso de presión internacional en ambos bandos para que se inicie una negociación», señaló Milagros Betancourt, profesora de derecho internacional de la Universidad Católica Andrés Bello.
Pero «soy un poco escéptica porque no sé qué se pueda negociar, la Asamblea no puede ceder su autonomía», añadió, subrayando que «el país está muy polarizado y el gobierno no cede un milímetro» para reconocer a la oposición y su derecho a impulsar un revocatorio.
De los extremos al centro
De entrada, para dialogar, las partes lanzaron sus cartas más duras: Maduro -que capotea una severa crisis económica agravada por la caída del ingreso petrolero- espera que esta labor haga que la oposición «ceda» en su «actitud golpista», mientras que ésta advirtió que un proceso serio debe destrabar el revocatorio para el «cambio político» y no postergarlo.
«Como todo diálogo entre adversarios, se fijan posiciones extremas. La posibilidad de diálogo está en cómo se puedan mover esas posiciones hacia el centro», afirmó Raquel Gamus, profesora de relaciones internacionales de la Universidad Central de Venezuela.
La MUD gestiona ante el Consejo Nacional Electoral (CNE) un referendo que deponga a Maduro -elegido hasta 2019-, pero el presidente, que según la oposición controla ese organismo, lo considera «inviable».
Denunciando la ofensiva opositora -que convocó nuevas movilizaciones para esta semana por el revocatorio- y una «amenaza externa», Maduro decretó el 13 de mayo un estado de excepción por 60 días.
En la disputa terció el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, quien advirtió a Maduro que bloquear el referendo lo pondrá en la galería de «dictadorzuelos» latinoamericanos. Furioso, el mandatario -cuya gestión rechazan 68% de los venezolanos, según la firma Venebarómetro- lo llamó «basura» y «traidor».
Reacciones tímidas
A petición de la mayoría parlamentaria, Almagro estudia aplicar la Carta Democrática Interamericana, una especie de sanción que llevaría a una comitiva de la OEA a Venezuela para impulsar una solución. De fracasar esas gestiones, el país podría ser suspendido del organismo, según expertos.
«Es un elemento que distorsiona la posibilidad de un diálogo», opinó el analista Carlos Romero, aunque Betancourt cree que para el gobierno esta cuestión «es irrelevante porque cree que no va a prosperar» ante una falta de consenso.
«Las reacciones (frente al deterioro de la situación) han sido tímidas. Estados Unidos es el que ha actuado con más firmeza», sostuvo Arellano, indicando que ello ocurre pese a que la «petrodiplomacia» venezolana quebró.
La inquietud ha llegado hasta el papa Francisco, quien le envió una carta a Maduro a principios de mayo, cuyo contenido no trascendió.
No obstante, tras ello se anunció la visita a Venezuela del canciller de la Santa Sede, Paul Richard Gallagher, pero el viaje previsto para esta semana se canceló por razones ajenas a la Santa Sede, según la Iglesia venezolana.
«El Papa puede jugar un papel importante, pero las relaciones con el Vaticano no son las mejores», señaló Romero, en tanto Gamus cree que Gallagher sería un «intermediario más confiable» para la MUD.
Gobierno y opositores mantuvieron en 2014 unas conversaciones, transmitidas por televisión, que fracasaron.
Pero el escenario hoy es distinto por la debacle (el FMI proyecta una inflación de 700% para 2016) y porque la oposición controla el Parlamento, si bien el Poder Judicial -según la MUD al servicio del chavismo- le ha cercenado facultades.