Los sacerdotes tenemos una gran misión dentro de la Iglesia y sobre todo en la difícil realidad que vive Venezuela asumir lo expresado en la plegaria V/b del misal romano: «Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana, inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado, ayúdenos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido».
A Jesús siempre se le encontraba por los caminos, conversaba, sanaba, estaba siempre en la calle, nos dice el evangelio que viendo a la multitud sintió compasión. «porque veía a las personas cansadas y extenuadas, como ovejas sin pastor». Es al pueblo de Dios que no podemos olvidar, tenemos la misión de llevar misericordia por medio de la predicación y los gestos, en signos, en el sacramento de la Reconciliación con palabras de misericordia.
Jesús está lleno de ternura hacia la gente de manera especial hacia las personas excluidas, los pecadores, enfermos, de los que nadie se hace cargo. El sacerdote es el hombre de la misericordia y quien se encuentre herido en su vida puede encontrar en él atención y escucha especialmente en la Confesión, lo demuestra en toda su actitud, en el modo de acoger, escuchar, aconsejar y absolver.
El papa Francisco hablaba en un retiro a los presbíteros: «Los sacerdotes fríos, los de laboratorio, todo limpio, hermoso, no ayudan a la Iglesia. Hoy podemos pensar a la Iglesia como un hospital de campo. Se necesita curar muchas heridas. Hay gente herida, por los problemas materiales, por los escándalos, incluso de la Iglesia… Gente herida por las falacias del mundo. Nosotros sacerdotes, debemos estar allí, cerca de esta gente. Misericordia significa esto curar las heridas».
A veces siento como sacerdote que frente a tantas labores pastorales y la falta de reflexión me voy convirtiendo en un ser insensible e indiferente al dolor de los demás y puedo ir haciendo un frío ministerio sacerdotal, sin cercanía, sin consolar, sin alentar, sin curar las heridas de la gente. Ruego al Señor nos ayude a todos los sacerdotes a sanar las heridas que sufre nuestra gente en el silencio y lloremos tantos problemas graves que están padeciendo por falta de lo necesario para vivir y desde nuestro corazón sacerdotal brote una oración de intercesión para que Dios ayude a sanar y liberar de tantos sufrimientos como el sometimiento a la miseria material y ética que hunde en un abismo de dolor que a muchos ha conducido a la muerte.