«No se puede hacer bien al hombre que se ha amordazado con el fin de no oír lo que desea para su bien» (León Tolstoi)
El zar Alejandro I avanzaba imparable en su férrea política de taponar cualquier reclamo del pueblo; endureció la represión y la censura, aumentó el control sobre las universidades, envió a muchos de sus enemigos a morir de hambre y frío en las gélidas estepas se Siberia.
Al morir le sucede Alejandro II, cuyo gran error fue haber dejado todo al arbitrio de sus consejeros. Las persecuciones religiosas se volvieron frecuentes, el pueblo se empobrecía día a día; el hambre que se evidenciaba en el rostro de la población y en su salud era vista por el monarca como algo normal, así como son vistos hoy en Venezuela el sufrimiento y necesidades del pueblo.
El descontento y rechazo de las clases trabajadoras como de los agricultores iba en aumento, los ánimos se enardecían ante la humillante exclusión de los que recibían abundantes beneficios y recursos de la orilla de los zares, mientras que a los de la otra orilla se les colocaba en el terreno de los más pobres llevándolos a la condición de indigentes, sin amparo ni derechos. Ayer como hoy tales medidas aplicadas pretenden forzar los pueblos a dejar de vivir. La falta de interés real de dar solución al grave problema del hambre y de la salud, fatalmente ha conducido poblaciones enteras a su aniquilación por hambre.
Resumiendo la historia de los zares: A Alejandro II le precede Alejandro III de quien nace Nicolás II último zar de Rusia, quien gobernó desde la muerte de su padre en 1894 hasta el 17 de julio de 1918, año en el que es fusilado con toda su familia por órdenes de Lenin.
La Revolución rusa se inició en Marzo de 1917 quedando concluida en enero de 1918, año en el que Lenin se apoderó definitivamente del poder en Rusia. Los primeros años del régimen se caracterizaron por la crueldad de las luchas dirigidas contra los enemigos internos y externos. El régimen de Lenin implantó por la fuerza su sistema perverso, sin escatimar crueldades.
Del terror revolucionario iniciado por Lenin desarrollaron peores violencias contra sus pueblos: Stalin, Mao, Castro, Franco, Pinochet, Pol Pot etc., crueldades utilizadas para justificar ante el mundo sus crímenes por horrorosos que estos fueran. Para este tipo de autócratas de ayer y de hoy es esencial el exterminio de sus enemigos, siendo una de las armas más crueles utilizadas las del exterminio por hambre.
El problema social predominante en el imperio de los zares era el antagonismo existente entre terratenientes de la monarquía y la pobreza de los campesinos sin derecho a tierras para trabajar. La polarización en Venezuela y la injusticia en el reparto de la riqueza nacional evidencia el odio de una revolución que acabó con todo lo construido por demócratas a punta de trabajo, unión y entendimiento.
A los largo de la historia vemos que los fulanos socialismos y las revoluciones-divisionistas- por naturaleza, terminan cayendo estrepitosamente en el producto de sus encendidas llamas hasta terminar en cenizas.
Vivimos en un país donde todo nos lo ponen lejos, inalcanzable: Los sueños, la comida, la salud, la educación, la oportunidad, la justicia, la alegría, la vida…
La paz, la libertad, la felicidad, la armonía y el progreso de los pueblos están definitivamente en la unión y diálogo de todos los sectores. «Llegar juntos es el principio; mantenerse juntos es el progreso, trabajar juntos es el éxito» (Henry Ford)
Última parte próxima semana.