Hoy suele hablarse con mucha profusión de un trabajo digno, decente. Es parte de la milenaria lucha que se ha librado por el reconocimiento de los derechos humanos, cuyos antecedentes, si usted está interesado en rastrear sus orígenes, puede ubicarlo en el precepto bíblico que ordenaba: “…y ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Que por supuesto, obedece a un contexto distinto, que se relativiza y desnaturaliza en comparación con el actual. No olvide que el aire acondicionado es un producto tecnológico.
La significación del trabajo, vista desde sus múltiples implicaciones, es uno de los referentes centrales con los cuales se encara la variada gama de problemas que caracteriza el mundo de incertidumbre en la actualidad. El debate actual es ilustrativo al respecto, sin que ello garantice que todos los círculos académicos, empresas o instituciones públicas le asignen el mismo grado de interés.
Uno de los denominados paradigmas emergentes, el Desarrollo Humano Sostenible, desde hace rato optó por superar el reduccionismo conceptual propio del economicismo y aborda, además, la influencia que tiene en el desarrollo de cada individuo. Si Adam Smith viviese, reescribiría sus tesis acerca de “la riqueza de las naciones”, junto con un equipo multidisciplinario. Incluyendo educadores. ¿Quién diseña las políticas educativas?, ¿por qué formamos profesionales universitarios para el desempleo?, ¿cuáles son las incidencias sobre la gobernabilidad? Y que conste, estudios, diagnósticos, informes, los hay.
En el 2009, el Informe sobre Desarrollo Humano para el Mercosur aborda en profundidad el fenómeno de la “inclusión educativa con vulnerabilidad laboral”. Allí queda de manifiesto cómo muchos gobiernos de la Región, si bien es cierto que han ampliado la cobertura educativa hasta sectores antes excluidos, legitimando tal derecho, e incrementado la cobertura a nivel medio y superior; no obstante, ello no se ha traducido en oportunidades laborales para dichos jóvenes al momento de emplearse. Organizaciones mercenarias tienen amplias demandas.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), incluye en su Informe acerca del Desarrollo Humano (2015), el problema del trabajo y la vulnerabilidad social; al respecto, considera que el mismo permite a las personas ganarse el sustento y tener seguridad económica, lo cual es vital para lograr un crecimiento económico equitativo, la reducción de la pobreza y la igualdad de género. Igualmente agrega que constituye para los ciudadanos la posibilidad real de participar plenamente en la sociedad, otorgándoles un sentido de dignidad y valía personal. Ello equivale a construir ciudadanía y futuro.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística INE (2014), la tasa de desempleo juvenil en Venezuela en diciembre de 2013, era de 11,2. Y para febrero de 2014, la población económicamente activa de Venezuela estaba conformada por 14.020.495 personas. De éstas, 2.181.777 eran jóvenes con edades entre15y 24 años, y de este universo, 344.715 estaban sin empleo para ese momento. Hay otros datos y razones para creer que van en aumento.
El tema es parte de la línea de investigación que llevamos a cabo en la UCLA, con los estudiantes de la Licenciatura en Desarrollo Humano, en el área de Estado, gestión y desarrollo humano sustentable. Pertinente y preocupante.