Durante mucho tiempo vi a mi país progresando, tuve la oportunidad de ver al verdadero venezolano de a pie, en alpargatas y con zapatos, y a ese mismo venezolano que no pensó en sueldo mínimo para realizar los trabajos en el campo y la ciudad; el venezolano de recorrer grandes distancias por caminos, arriba de las mulas y en vehículos a motor; a las mujeres venezolanas de cocinar en fogón de leña, de cocinar con carbón vegetal, de cocinar en cocina a kerosene, en cocina a gas, y en cocina eléctrica y microondas a la mujer venezolana de planchar con planchas de hierro, de carbón, de gasolina y eléctrica; el de refrigerar los alimentos en nevera de kerosene e igualmente otra cantidad de trabajos rutinarios que siempre se observaron en progreso para realizar los trabajos con mayor comodidad.
Estas reflexiones vienen a mi mente cuando después de los acontecimientos de lo que se llamó la gran guerra mundial, cuando una gran cantidad de países quedaron destruidos prácticamente para comenzar de nuevo y no me es gracioso decir que hay que volver a alumbrarnos por las noches con lámparas de carburo o lámparas de gasoil, o con un mechurrio en un envase de lata de sardinas, puesto que a Dios gracias la participación de Venezuela en ese conflicto fue de muy poca envergadura y en esa época nos dedicamos más a informar que a participar.
Cualquier persona dirá que no vale la pena recordar todo esto, mas comparemos al Japón de 1945 y la Venezuela de esa misma época, para entender todo lo que hemos hecho bien o mal y es así tal vez como podamos entender el porqué nuestra exportación petrolera jamás nos alcanzará para ser un país desarrollado, que esas ínfulas de grandeza en manifestar que somos el país mas rico del mundo, que somos y tenemos el hipódromo mas grande del mundo, que estamos haciendo la red ferroviaria más moderna del mundo, no dejan de ser eslogan casero para mantener a un venezolano ignorante. Y es aquí donde siento que el corazón se me achica, al observar que las generaciones que tenían y tienen la responsabilidad de hacer un país desarrollado y de primer mundo, han tenido que recoger sus macundales y llevarse sus conocimientos a otras partes y dejar a los que quedan nuevamente procesando el cebo de ganado con lejía para nuevamente hacer jabón de tierra, agarrar el pilón para desconchar maíz y sancocharlo para hacer arepas; y no faltará quien defienda que para conservar el ambiente es necesario volver a la máquina de escribir para reemplazar la computadora y de esa forma cubrir el tiempo exigido como sueldo mínimo gubernamental, tal vez pensando que el promedio de vida del venezolano debe ser a nivel del indígena, en tiempos de la colonia.
El sueldo mínimo de hoy apenas alcanza para comprar un pan de canilla, un pedacito de queso y jamón para hacer una comida diaria. De grandes tragedias siempre se espera un resucitar positivo y cómo anhelo que la tragedia termine y comience la época del trabajo productivo.
Hablando de trabajo productivo no tenemos duda de una pronta recuperación, pues lo principal de cada país por encima de todo es la alimentación y hoy el desabastecimiento de alimento está más acentuado, pero mucha gente esta convencida de que no todo puede ser malas noticias. Sobran voluntades que sí quieren hacer, producir y compartir, por aquello de que la ideología entra por una pequeña ventana y el desamor por el hambre sale por un gigante portón.
El productor venezolano orgullosamente no se ha amilanado. Estos últimos eventos realizados han sido a casa llena tantos de los más de los once plenos ganaderos y así mismo el Pleno Agropecuario CCAEL en Barquisimeto.
Eso da ánimo y fortaleza a quienes siguen con la voluntad de producir, compartir y generar puestos de trabajo para todos sin excepción. Hacemos votos porque haya una pronta rectificación y se den cuenta todos que aquí el enemigo mas peligroso del país es el hambre.
Ahora más que nunca el campo es la solución, unidos todos por la paz, la convivencia, el respeto y la prosperidad de nuestro país.
@JGMendozabarqto