En una nutrida asamblea de ciudadanos en La Guaira, un señor de la comunidad con años suficientes para haber vivido distintas etapas políticas, dijo en medio de su intervención la frase “es que esto no es ni una dictadura” para caracterizar el régimen actual de 16 años que tiene al país sumergido en la peor tragedia de su historia.
Y es verdad, esto es peor que cualquier cosa conocida. Se trata de un consorcio de mafias que se repartieron el país gracias al secuestro de los poderes públicos y de las fuerzas armadas por parte de un partido político. Es como dicen ellos mismos, una unión cívico-militar que funciona como una cúpula rojiverde dueña de los dólares, el narcotrafico, el petróleo, la minería, los hoteles, las aerolíneas, los medios de comunicación, los alimentos, los bancos, etcétera, etcétera.
No hay orden de ningún tipo y la delincuencia está desbordada. Es un poder absoluto ejercido colectivamente con intereses netamente económicos y sin ningún sentido de Estado. Es esto lo que lo hace tan particular alejándolo de cualquier antecedente conocido. No encaja entre las democracias de ningún tipo, pero tampoco es comparable con los casos de Cuba y la Unión Soviética. Es lo peor de todos los mundos, una semidemocracia y una semidictadura que se sustenta en el cinismo, la mentira y el culto al pasado para justificar cualquier abuso del presente.
En democracia, la elección del pasado 6 de diciembre hubiera sido suficiente para permitir que la Asamblea Nacional ejerciera libremente sus competencias para legislar, controlar, enmendar y amnistiar. En democracia se permitiera el referéndum revocatorio sin mayores traumas o se hubieran convocado ya las elecciones regionales. En democracia el estado de excepción no fuera la regla. No hubieran presos políticos ni empresas confiscadas. Y se pudiera marchar y protestar en Caracas.
Pero en dictadura no hubiera un diputado (que no va a trabajar) con un programa semanal dando órdenes y amenazado gente delante de militares activos que deben aplaudir por disciplina. Tampoco hubiera un gobernador ejerciendo un rol de magnate de los medios de comunicación. O un alcalde usurpando funciones del poder electoral. No hubieranpranes, ni caerían a cada rato militares con cargamento de drogas.
En fin, esto no es nada, no puede definirse bajo ningún conceptopolítico. Se trata de un Estado fallido y un saqueo permanente. Lo cierto es que hoy no hay comida, ni medicinas, el sueldo equivale a un dólar diario según tasa oficial, la devaluación es monstruosa, mientras que el TSJ y el CNE se encargan de desconocer cualquier ley y evitar cualquier elección, al tiempo que Maduro deroga la Constitución por decreto. Es una tiranía opresora y torturadora de un pueblo que debe despertar.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
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