Septimo Día

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Si tratamos de hacer un diagnóstico de la actual situación del país, en todos sus órdenes, necesitaríamos de toda la página del periódico, dada la gravedad de los hechos ocurridos y las lamentables consecuencias derivadas.

La economía se ha desplomado a niveles inimaginables, la producción desapareció, obligándonos a importar 90% de cuanto consumimos; muchas empresas han cerrado sus puertas, incrementándose el desempleo, el desabastecimiento y la escasez; además está la inseguridad impuesta por una delincuencia desbordada, y con la tasa inflacionaria más alta del mundo.

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Las causas antes descritas, aunadas a muchas otras harto conocidas, han venido incidiendo negativamente en el seno familiar, núcleo central de la sociedad, al producirse un desmembramiento sostenido por la ausencia de sus miembros, sobre todo los más jóvenes.

De tal manera que se ha convertido en un lugar común la inmensa cantidad de jóvenes profesionales, con o sin experiencia laboral, que ante la imposibilidad de concretar alguna plaza de trabajo y la incertidumbre de un futuro promisor, toman la decisión de emigrar a cualquier parte del mundo en busca de una vida mejor.

Sin embargo, la cosa no resulta tan sencilla como parece, ya que estos jóvenes en su mayoría carecen de recursos financieros, de la documentación legal en regla, a veces no dominan el idioma, no tienen contactos, conocidos o amigos en las ciudades o países escogidos, lo cual los obliga a realizar trabajos bien alejados de su profesión y a cohabitar en lugares poco apropiados.

Por otra parte, estas migraciones cuya cantidad ha sido estimada en 655.105 personas diseminadas por todo el mundo, sigue en constante crecimiento, sin distingo de edad ni género, lo cual sin duda contribuye al fraccionamiento de la familia, tanto desde el punto vista físico, económico y afectivo, alterando las tradiciones, costumbres, celebraciones, tristezas y alegrías comunes y de todos.

Sin duda alguna esta perniciosa situación derivada del desastre en el cual se encuentra sumido el país, además de la disolución familiar tendrá efectos relevantes en lo relativo a la procreación de la descendencia, la nacionalidad de los mismos y las dificultades que deberán enfrentar, cuando una vez superada la pesadilla que hoy vivimos decidan regresar al país.

No obstante, a pesar de los instantes de desolación que esta coyuntura ha producido a las familias, también nos ha permitido valorar la calidad humana y la capacidad de nuestra juventud para salir adelante, en esa especie de exilio voluntario, y haciendo realidad aquel viejo dicho: “El venezolano es del tamaño del compromiso que se le presenta”.

Finalmente, debemos tener mucha fe y esperanza en que esta crisis va a ser superada con creces, por la vía democrática, pacífica y constitucional, y entonces toda esa generación de jóvenes tendrá la oportunidad de regresar a labrarse un futuro en su país de origen y a reencontrarse con su familia. Valor y pa´lante.

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