La cercanía de Brasil ocurre solo en el mapa y, eventualmente, en nuestra imaginación. Entre nosotros y el Brasil que pesa en la vida y las decisiones de este gigante, median kilómetros y kilómetros, parece que fuera más grandes y profundos que el océano, de selvas y vastas planicies amazónicas y tierras que se van haciendo montañosas a medida que se acercan al Atlántico, con densidad poblacional relativamente baja.
Aunque colinda con todos los países sudamericanos salvo Chile, para los brasileños sus vecinos son los argentinos, uruguayos y paraguayos. Venezuela entró con el calzador del interés político. Un mercado para sus exportaciones que a su vez vendería poco y no competiría con sus productos. Ahora, no tenemos plata para importar y ni siquiera para pagar lo que debemos.
Estuve el fin de semana en Sao Paulo en un foro internacional sobre la decadencia del populismo regional. Compartí panel con expositores de Argentina y Bolivia, y los brasileños nos explicaron su compleja situación política. El clima público está pesado, el liderazgo tiene una pésima reputación, aunque las generalizaciones son siempre injustas. Salió el Presidente de Diputados y saldrá también la Presidenta de la República, y hay grandes posibilidades de que el ex Presidente Lula acabe preso pues la Fiscalía ha establecido que era el jefe de una red de negocios ilícitos en Petrobras. “Esta organización criminal jamás podría haber funcionado por tantos años y de una forma tan amplia y agresiva en el ámbito del gobierno federal, sin que expresidente Lula participase de ella”. La revista Istoé tiene en portada “El justo fin del villano favorito” para referirse a la destitución de Cunha el titular de la Cámara, “El adiós de Dilma” y “Lula a un paso de la prisión”. En tapa negra su competidora Veja dice “Con el impeachment de Dilma y la remoción de Cunha, el Brasil tiene un chance histórico de hacer una limpieza inédita en la vida pública”. Pero se trata de Brasil y es lógico que trascienda, en la inglesa The Economist un Cristo del Corcovado con las manos arriba levanta una pancarta “SOS” y el titular “La traición de Brasil”.
Con un sistema político que clama por reformas y una inflación que amenaza, aunque está lejísimo de la nuestra, y los ingredientes de estancamiento e inflación, el cuadro está difícil para un gobierno encabezado por el Vicepresidente Temer un veterano político del PMDB, el socio centrista del PT que rompió su coalición con los socialistas a propósito de los últimos escándalos. Aunque no se puede decir que al Brasil de la democracia recuperada le haya ido mal con los vicepresidentes en funciones. Sarney tuvo que suceder a Neves quien murió antes de tomar posesión, y fue prudente y hábil en el manejo de la transición. Itamar Franco quedó por Collor cuando el alagoano fue juzgado, y tuvo el tino de traer a Cardoso y su exitoso Plan Real a Finanzas y luego a cancillería. No es un record negativo, pero hay mucha preocupación. Los ires y venires de un debate parlamentario a veces demasiado colorido, causan desazón en la gente e inquietud en los mercados. Pude seguir por televisión la sesión del Senado el lunes, luego de una decisión personal, atrevida y rayana en el ridículo del Presidente interino de la cámara baja que pretendía revocar una determinación adoptada por dos tercios del cuerpo de juzgar a Rousseff. La sobriedad de los senadores, aún en medio de sus divergencias, tranquilizó a la Bolsa y estabilizó el dólar.
El Día de las Madres, fueron las finales de los campeonatos estadales de fútbol, la gran pasión nacional. En el paulista, la copa la alzó Santos, el histórico y popular equipo del puerto que vio nacer a Pelé. Ahora viene el Brasileirao, el torneo de campeones que dará el campeón de todo Brasil. De los Juegos Olímpicos, solo habla la publicidad.