Se equivoca el grupo en el poder, al recurrir otra vez a la estrategia del miedo para enfrentar ese desafío cívico que, a juzgar por la masiva e inmediata respuesta popular tan pronto el Consejo Nacional Electoral dejó de jugar la candelita con las planillas, es muy potente. Si meter miedo fracasó para las elecciones parlamentarias de diciembre pasado, todo indica que con más razón fracasaría ahora. Ignoro si el vocero principal de la intimidación es designado o espontáneo, pero con la pintura de la derrota tan fresca en la cara, no sé si lo prudente sea repetirlo en el comando de esa campaña decisiva.
No caiga el poder tampoco en la tentación de aumentar la presión a la sociedad y taparle las válvulas institucionales para que la libere. Quiero decir, las libertades fundamentales, el derecho al voto y el equilibrio de la distribución y división del Poder Público. Con éste último se ha venido jugando irresponsablemente, de manera ilegítima y deslegitimadora. Supóngase que estamos como en una olla de presión, y en su empeño en tapar las válvulas, el poder adopta la decisión de sentarse en ella. No lo aconsejo. Debe ser incomodísimo pero, sobre todo temerario en extremo si explotara la olla social, quien se siente arriba nunca saldría ileso.
La oposición se nota, en esta iniciativa, unida. Algo que a muchos preocupaba en estos meses y por lo que el gobierno, pensando con los deseos, se frotaba las manos. Un reconocimiento, porque se lo merece, a Henrique Capriles quien hace rato viene trabajando por esa opción. Pero también a Leopoldo López, quien desde Ramo Verde hizo un gesto noble de reconocimiento. Ramos Allup fue el primero en firmar, con sus compañeros de la Mesa de la Asamblea. Henri Falcón hizo campaña para promover que muchos firmaran. Todos los partidos pusieron su parte. Chúo Torrealba también. Así los queremos, unidos, bien unidos y unidos para bien.
El Revocatorio es una buena oportunidad para todos. Está previsto en las reglas, es pacífico, permite a cada lado hacer campaña con sus argumentos a favor o en contra de la propuesta y dar solución a la crisis política de un modo que se basa en la confianza en el ciudadano y en su participación. No veo motivos para temerle. Eso sí, hay que jugar limpio. La operación morrocoy, las trampas y los trucos para dificultar, demorar o impedir que el pueblo se exprese, el abuso del poder, empeorarían la situación que ya es difícil. Nada que haga perder la fe en el camino democrático conviene a Venezuela. Sea porque radicalice a la mayoría descontenta en vez de desanimarla, o porque deslegitime al gobierno ante sus seguidores, porque lo vean miedoso del pueblo. Esas no son posibilidades remotas, basta ver el clima en la calle y los números en als encuestas.
Y estemos claros, revocar es para cambiar. Cambiar en la alternativa democrática agrupada en la Unidad, en trance de asumir la responsabilidad transcendente de conducir a todos los venezolanos sin mezquindades, con grandeza. Y cambiar en el elenco partidario del proceso, asumir con sincera autocrítica un modo democrático, respetuoso, moderno de defender su visión del país, a lo cual tienen derecho. Separando la paja corrupta y abusiva del trigo genuinamente deseoso de promover un cambio social.
Y a los compatriotas de uniforme, el cambio que Venezuela desea y que logrará, por encima de los obstáculos, no es contra la institución militar. Es también por ella y deberá ser con ella. Aquí está en juego la responsabilidad, personal y nacional, de quienes la integran y comandan.