Los Guaros de Lara partían con grandes ambiciones tras su segundo título seguido en la Liga Nacional de Baloncesto (LNB) y su quinto puesto en la Liga Suramericana (LSB) en 2015: un doblete con los cetros de la Liga de las Américas FIBA 2016 y la Liga Profesional de Baloncesto (LPB) 2015-2016. La meta, en el caso del torneo doméstico que se le ha resistido en la vitrina, no pudo ser cumplida.
En una campaña en la que jugó un total de 53 partidos oficiales, entre el 23-13 de la ronda eliminatoria de LPB y el 4-5 de los playoffs (4-1 contra Toros de Aragua y 0-4 contra Cocodrilos de Caracas) y el 6-2 en el torneo continental de clubes (2-1 en primera fase, 2-1 en segunda fase y par de triunfos en el Final Four), la foja global fue de 33-20 y el nivel de desgaste, entre lesiones, cambios de importación y agendas reprogramadas, no menos costoso.
Sin embargo, debe considerarse un paso atrás inexplicable el no haber repetido al menos la presencia en la final de la LPB tras ser subcampeones y haberse reforzado con la ficha de Néstor Colmenares, la inserción de Kenji Urdaneta e importados del calibre de Damien Wilkins, Tyshawn Taylor, Zach Graham y, ya en postemporada, Andre Emmett. Incluso se contó con Tu Holloway y Dewarick Spencer.
No se puede desconocer el hecho de que sin el capitán y base armador titular Heissler Guillent por su ruptura en el tendón de Aquiles que lo obligó a pasar por el quirófano y cumplir con una larga rehabilitación, al punto de sacarlo de la temporada, fue un hecho que trastocó la estructura e hizo al equipo más dependiente del armado de un importado, que a ratos fue Je’Kel Foster, otro tanto Anthony Goods y luego, una vez asentado, el exNBA Taylor.
Medidas disciplinarias que dejaron fuera por momentos a Rafael Guevara y Windi Graterol no impidieron a Guaros concluir con el mejor récord de la ronda eliminatoria, al tope de la conferencia Occidental, ni someter a los voluntariosos Toros en la semifinal de conferencia en cinco juegos.
La llegada de Andre Emmett, esperada tras casi un año de negociaciones e interés por su ficha, suponía fortalecer una estructura que ya era sólida, pero el súbito descenso en el nivel de la defensa del equipo, sus costosos descuidos en el perímetro y el poco cuidado de la pelota en circunstancias claves, permitir 50 puntos en la segunda mitad en tres de sus cuatro caídas ante Cocodrilos –en el cuarto juego fueron 49- y otras tantas dificultades para sacar partido a sus recursos en ataque, hundieron a los crepusculares en un estado de confusión y falta de sinergia.
Cambio de rumbo
El Guaros post Liga de las Américas lidió con un calendario difícil en el que, por el camino, se extravió la identidad en defensa, al punto de que jugaron para 15-10 entre ronda eliminatoria y playoffs de LPB, permitieron 80 o más puntos 17 de esos juegos (siete en postemporada) e incluso 90 o más en 11 de esos duelos, incluidos cinco en pleno playoff.
Si el Guaros de la campaña 2015 deslumbraba por manejar el tiempo del juego con mucha rotación de pelota para un mejor tiro a falta de pocos segundos en el reloj de posesión y se aplicaba para que el rival anotase menos de 75 puntos, este equipo de la 2015-2016 fue más al uno contra uno, se convirtió en uno dependiente de la importación para anotar debido a la calidad de los contratados y por ratos fue inconsistente en sus porcentajes o en la relación asistencias-pérdidas.
En todo caso, hay tiempo para analizar en frío lo ocurrido y retos interesantes como la Copa Intercontinental FIBA, las siguientes ediciones de la Suramericana y la Liga de las Américas, la LPB 2016-2017 e incluso amistosos contra equipos de la NBA y la ACB de España. Esos gustos, sólo puede dárselos un monarca del continente. La tarea pendiente es una deuda por saldar en casa.
