En la Biblia, en los Evangelios, en los Hechos de los Apóstoles, se habla reiteradamente de las tinieblas, cuando hay oscuridad, confusión, tribulaciones, sombras, cuando se está cerca del abismo. Todo ello sirve para retratar por lo que pasa Venezuela. Un país en tinieblas.
Qué nos puede pasar que ya no nos haya pasado. Graves fallas de electricidad, agua, medicinas, pan, alimentos en general, inflación camino del 700%, en manos del hampa, productores abandonando fincas, juventud en éxodo, caída del PIB en un 8%, la mitad de los venezolanos sin seguros de salud, hospitales contaminados. Venezuela se hunde en una ciénaga de arena movediza.
Cómo se le puede pedir a un pueblo con esta realidad que espere y haga un cambio pacífico. Con qué moral se le puede solicitar a una nación que ponga por encima de su subsistencia la constitución nacional. Estos consejos vienen sobre todo de una clase política residenciada en Caracas que no tiene dimensión de lo que está ocurriendo en el interior de la Republica.
Nicolás Maduro con insolencia expresa dice que no perderá el revocatorio. Lo peor que pudiera pasarle es que no lleguemos a ese comicio. Maduro está jugando un juego delicado. Ignora que ya nada puede devolverle el prestigio al chavismo, si alguna vez lo tuvo. El país está convertido en un manicomio. Inexplicable que el gobierno se mantenga en pie y que la oposición con toda la fuerza que tiene no ponga por encima de la legalidad la legitimidad del poder.
Venezuela está entrampada. Ni a la República Dominicana en tiempos de Trujillo, a la Nicaragua de los Somoza, a la Rumania de Ceausescu, al Portugal de Salazar, al Paraguay de Stroesnner, al Irak de Sadam Husein, a la Suráfrica del Apartheid, para solo citar unos ejemplos, se les podía pedir que esperaran un poco más.
Cuando una cañería se atasca hay que cambiarla. Cuando un gobierno es ineficaz y se corrompe hay que derrocarlo. Dice Maquiavelo en El Príncipe: “Con las dictaduras sucede lo mismo que los médicos dicen con la tuberculosis: Al principio el mal es difícil de reconocer y muy fácil de curar, pero con el transcurso del tiempo, al no haber sido atajado ni combatido, el mal se hace cada vez más fácil de reconocer, aunque también se vuelve cada vez más fácil de erradicar”.
A las bayonetas de Padrino López que sostienen a Maduro en el poder por las ganancias que del régimen obtienen los militares, las están enfrentando hoy las firmas del revocatorio. Ojalá no sean una quimera romántica. Los ministros del régimen no se dan cuenta que cada vez más son sombras pasajeras y la Guardia Nacional con sus represiones está convertida en un cuerpo estrafalario.
Mientras tanto los mártires siguen en las rejas. Ledezma un político extraordinario silenciado. López prisionero voluntario maltratado. Rosales un hombre en busca de justicia. Ceballos con el respaldo del Táchira heroico. No obstante, será que estamos esperando que la calle o desde el parlamento nazca un nuevo líder.
