La innegable escasez de alimentos y productos de primera necesidad obliga a los consumidores a soportar cualquier tipo de clima. Pese a la lluvia o el inclemente sol las personas no se mueven de las kilométricas colas que se forman en los principales supermercados de la ciudad.
La cacería inicia desde el día anterior, cuando se sospecha que llegará una cava con alimentos.
El angustiado usuario puede soportar frío, calor, lluvia, sol; permanecer todo el día a la intemperie, exponerse a la inseguridad, aguantar hambre, sed y sus necesidades fisiológicas. Lo que sea por alcanzar una harina de maíz, azúcar, pasta, arroz, pañales, jabón en polvo, entre muchos otros rubros desaparecidos.
En el caso de las medicinas, las personas se ven en la necesidad de recorrer un sin número de establecimientos.
“El último recurso es comprarle al bachaquero”, expresó Maricarmen Estanislao.
Agregó que por eso no importa si llueve perseverantemente. “Los pobres sólo podemos comprar a precio regulado; lo que llegue”.
Y es que ayer en la mañana, a propósito de la pertinaz llovizna que caía en la ciudad salieron a desfilar los paraguas entre las largas filas de compradores.