Hace algunos años copó la escena nacional el Doctor Herman Escarrá. Dr. Brylcreem para algunos. Muy peinadito él; pronto fue ungido con el título nobiliario de “constitucionalista”, quizás por su anchilarga constitución corporal. El solemne tono de perdonavidas con que barnizaba sus intervenciones, y cierto airecillo de hipócrita santurronería que le rodeaba, hicieron que se llegara a pensar, que nadie mejor para atravesar los procelosos océanos de la teoría constitucional, que el Dr. Escarrá, y que a la hora disertar sobre el Texto Fundamental, aquella voz cavernosa, afincada en un torrente de frases rebuscadas y un sinfín de neblinosos planteamientos, era una Biblia cuyo dueño oficiaba de sumo sacerdote de una nueva secta, depositaria de conocimientos arcanos incomprensibles para la gente de a pie. Mirar al Dr. Gomina ante una audiencia, con manoteos incluidos, era como ver a una exquisita bailarina, achatada en los polos y ensanchada en el ecuador, danzando al compás de un ritmo celestial sólo comparable al que produce el roce de los colores del crepúsculo.
Pero apenas el pueblo venezolano comenzó a rebelarse contra el proyecto tiránico de Chávez, quien en su época de copeyano era considerado una “mente luminosa”, saltó al ruedo: “Fraude Constitucional”, “régimen tumultuario” que debía ser desalojado del poder mediante protestas de calle, fueron algunas de las cosas que planteó. Y como la oposición democrática inició el fortalecimiento de sus liderazgos propios, quien ya padecía la piquiña de la presidencialitis, decidió cambiarse de bando. Una oposición que desoía los cantos de ballena, y no se dejaba asfixiar por monsergas academicistas, ameritaba un viraje en “U”; una huida hacia la izquierda. Dicen que el Obispo de Reims, al bautizar al rey Clodoveo, le increpó:»fiero sicambrio, baja humildemente tu cuello. Adora lo que has quemado y quema lo que has adorado». No creo que el Dr. Gomina sea fiero, pues en su época de copeyano, el tigre era el Dr. Fernández. Tampoco creo que le resulte fácil bajar el cuello, no por falta de servilismo, sino por razones más “constitucionales”. Pero estoy seguro que le ordenaron arrojar a la hoguera lo dicho y lo hecho, y eso explica la abrupta conversión. El otro yo del Dr. Merengue y la metamorfosis de la novela kafkiana, al mismo tiempo y en un mismo acto, como en una mediocre pieza teatral.
Es ese bautizo iniciático, esa inmersión en la charca pestilente del chavismo, lo que explica por qué el Dr.que inspira este Sin Tregua sostiene hoy, que utilizar mecanismos constitucionales para salir de este régimen sombrío, implican tentativas para desestabilizar, cuando no atentados a la democracia. Es el nuevo credo. Un credo necrófilo, de cadavérica rigidez, que hace del Texto Fundamental una baratija exánime, arrumada en el expendio de creencias patentado por este integrante de la frondosa picaresca criolla. Si el Dr. Mengele hacía experimentos con seres humanos, para complacer a la jerarquía nazi, el Dr. Brylcreem hace experimentos constitucionales para complacer al nazismo maduro-cabellista. Cuando expone sus absurdas creencias, es imposible no pensar en los heraldos negros de Vallejo…
¡Pobre constitucionalero! Algunos seguirán edulcorando su voluminoso ego, hasta hacerlo más tonto de capirote de lo que era. Pero quién sabe. A lo mejor Maduro, para pagarle favores recibidos, decida aprovechar a este hombre brillante, utilizándolo para alumbrar el gallinero de la casita de la GMVV, a donde piensa mudarse con la primera combatiente. Mal te veo Escarrá.