La convocatoria de un Referendo para revocar el mandato de Nicolás Maduro, ha comenzado con los tropiezos que el Consejo Nacional Electoral (CNE) es capaz de oponer para retrasar su realización, obedeciendo órdenes de Miraflores. Y aunque ya entregó las planillas para la recolección de firmas por parte de los integrantes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) para solicitar su convocatoria y ejecución a finales de este año, lo más seguro es que la mayoría del CNE siga las instrucciones del Poder Ejecutivo para colocar nuevos obstáculos con la finalidad de tratar de evitar que el Referendo tenga lugar antes del período que señala la Constitución Nacional, para que la revocatoria obligue a nuevas elecciones presidenciales.
Entre las razones para la conducta obstruccionista del CNE, la fundamental es el miedo a perder el poder y tener que rendirle cuentas al país, porque después del 6 de diciembre Nicolás Maduro tiene plomo en el ala y no está en capacidad de ganar el referendo, en condiciones de igualdad, es decir, con un árbitro independiente y honesto, que no se preste a la manipulación fraudulenta de los lapsos e incluso de una eventual manipulación de las máquinas electrónicas y haga respetar el voto de los electores.
Sin ir muy lejos en Venezuela existe el antecedente del plebiscito convocado y perdido por el General Marcos Pérez Jiménez, no obstante poder exhibir una importante obra de infraestructura material como la autopista Caracas-La Guaira, el desconocimiento de los resultados electorales que lo condujo al exilio, por decisión del Alto Mando Militar, recién nombrado por él entre sus más cercanos e incondicionales subalternos, le indica a Nicolás Maduro, que la obra que tiene que exhibir es el alto costo de la vida, el desabastecimiento, las colas para comprar medicinas y alimentos, la inseguridad de las personas y los bienes, la pobreza en general que ha aumentado a niveles superiores al 70%, que su futuro puede estar seriamente comprometido, si no juega limpio.
La equivocación de sus políticas fundamentales en materia económica y social, y la incompetencia de su equipo ministerial, hundió mucho más, en 3 años, un proyecto político que entusiasmó a millones de venezolanos que eligieron y reeligieron a Hugo Chávez con la esperanza de salir del desempleo, adquirir una vivienda digna de un ser humano y mayor seguridad para una mejor calidad de vida.
La oposición unida antes y después del 6 de diciembre, por mandato de más del 80% de los venezolanos que manifestaron querer un cambio, tiene no sólo la posibilidad de revocar el mandato de Nicolás Maduro, sino también, y tal vez sea lo más importante, concurrir a las próximas elecciones, incluyendo la de gobernadores, alrededor de un candidato que por su experiencia y capacidad, por su honestidad y coraje para enfrentar la crisis que atraviesa el país, enjuicie la obra del gobierno y proponga soluciones realistas y progresistas.
Si el CNE asume una posición imparcial, Nicolás Maduro será revocado en su mandato, y en el caso de que continúe cumpliendo órdenes de un Presidente que apenas tiene el 15% de apoyo de los venezolanos, puede conducir el país a un destino incierto, de violencia por demás indeseable, con consecuencias nada favorables al bienestar de la población nacional, aun cuando la OEA pueda aplicarle al gobierno la Carta Democrática Interamericana.