“Elogios” de esto y aquello se han escrito muchos. Uno de los más famosos fue el “Elogio de la locura” escrito por Erasmo de Rotterdam. Publicado en 1507, el autor ponía en entredicho todas las locuras y que los hombres de ese tiempo se hacían unos a otros.
Eran tiempos extremadamente violentos, estaba en marcha lo que llevaría a la guerra entre católicos y protestantes y Erasmo estaba muy presionado, en tanto que clérigo e intelectual, por pronunciarse en favor de uno u otro bando cuando en su íntimo era un pacifista y, de todos modos, asumir un partido implicaba un gran riesgo, incluida la pena de terminar achicharrado en las hogueras que cada bando le preparaba a los otros. Erasmo encontraba errores y falacias en ambos bandos y encontró la manera de hablarlesinventándose el personaje de La Locura.
Eran tiempos de dogmatismo extremo y el libro le cayó mal a mucha gente poderosa y dispuesta a hacerle daño, pero él podía alegar que no era el quien hablaba, sino la Locura. Pero de todos modos, andaba cuidándose, escondido en casas de amigos que lo protegían. El libro es tan importante que todavía hoy sus argumentos tienen vigencia en sus alegatos contra la sinrazón y su expresión colectiva, pero no logró detener la locura.
Desde entonces, las locuras se han replicado a mas no poder, pero siempre hay algunos Erasmos que se empeñan en denunciarla. A las locuras delosfascistas y de losestalinismos, que hoy siguen hablando duro, se les han opuesto Hannah Arendt, Karl Popper y otros de esa misma estirpe.
Hannah Arendt, una filosofa judía que logró huir de Alemania, describió los mecanismos del autoritarismo, esos que llevan a un individuo, normalmenteauto centrado a plegarse a los mandatos del líder, sin sentir culpa por seguirlo ciegamente, incluyendo el de matar a millones de judíos.
Karl Popper fue un científico y filósofo austriaco que también logró huir de los nazis y ya refugiado en Nueva Zelandia escribió “La sociedad libre y sus enemigos”, lectura que recomiendo a todos, pero en particular a esos intelectuales hipotecados al régimen, a ver si se atreven a dudar de sus convicciones. Pero probablemente no lo van a hacer leer y mucho menos dudar. Son a su modo, cristianos fundamentalistas, de mentes graníticas, y que no leen nada que pueda poner en riesgo sus convicciones más íntimas. A veces, ni siquiera un brutal choque contra la realidad podrá hacerlos pensar que, tal vez, hayan estado equivocados. Si así fuera, tras años de lacaída del muro de Berlínya no debería quedar ningún comunista.
A los Erasmos de hoy y mañana aún les queda una enorme tarea: ayudarnos a convertirnos en un mundo civilizado.
