El término generación como categoría de análisis es fundamental para intentar comprender la realidad, sobre todo desde el punto de vista social y educativo, entre otros aspectos de esta complejidad que vivimos. Siempre se habló de “la formación de la generación del futuro”, e igualmente, del “papel que jugó cada generación en la conformación del país y su desarrollo.”
El enfoque y las teorías actuales acerca del desarrollo son ilustrativos en cuanto al planteamiento de “lo generacional”. En el Informe “Nuestro Futuro Común”, a propósito del destino del planeta, la idea germinal del Desarrollo Sostenible, refiere garantizar el bienestar de las generaciones presentes sin hipotecar el de las generaciones futuras. Allí reside el origen de lo que hemos denominado la filosofía de la sustentabilidad.
Esa visión se amplió luego, con los postulados del Desarrollo Humano Sustentable. Se rompió con el determinismo económico y se incorporaron nuevas dimensiones tales como la educación y la calidad de vida. Algo que, desde la dimensión política, la generación de líderes actuales en gran parte, no ha entendido.
En los albores del presente siglo, ya la Unesco, organismo rector en materia de educación, ciencia y tecnología, impulsaba el proyecto de “Educación para un Futuro Sostenible. Una Visión Transdisciplinaria para una Acción Concertada”. Propuesta que ha sido ignorada por muchos países, a la hora de la reformas educativas, ancladas en el viejo paradigma, limitadas a cuestiones de forma.
En el caso venezolano, el problema generacional está asociado al contexto de transición del bachillerato a la educación universitaria. Algunos tímidas medidas se instrumentaron al respecto. Al iniciarse el año 2015, ya se contaba con un nuevo Sistema de Ingreso, aprobado por el Consejo Nacional de Universidades. No obstante, en un ambiente políticamente polarizado, las denominadas universidades autónomas o, mejor dicho, sus directivos, se negaron a cumplir con una política pública definida y diseñada por el Estado, como siempre alegando la violación de la autonomía (esa suerte de “caja negra”, en términos sistémicos), obviando que son entes dependientes del Estado.
Son contadas las voces que expresan la preocupación por la suerte de las generaciones venideras. Pese a que existen propuestas ya elaboradas que plantean, por ejemplo, convertir el quinto año de bachillerato, en un preuniversitario o curso propedéutico. El profesor Carlos Giménez, conocedor del tema, en el marco del Subsistema de Orientación para la Educación Universitaria (SOEU) aprobado por el MPPEU en el año 2011, promovió junto con un equipo de trabajo el Proyecto de Orientación Vocacional Integral (POVI), presentado a la instancia ministerial. No obstante, corrió la misma suerte que proyectos similares.
En su noble empeño, compartimos su preocupación. Las cifras e información acerca de la deserción escolar, los problemas socio-afectivos, de autoestima, de drogadicción, iniciación temprana en la vida sexual y embarazo precoz, realmente son alarmantes, tanto en el ámbito nacional, como en el estado Lara.
En ese panorama general está inmersa buena parte de la juventud venezolana, incluyendo quienes están a las puertas de la universidad. Un reto para la formación de generaciones futuras.