Boca abajo, sin camisa y con sangre que bordeaba su cabeza, fue encontrado un cuerpo la mañana de ayer en medio de los sepulcros del cementerio de Quibor, municipio Jiménez.
“Hay un muerto en el cementerio”, fue el rumor que se corrió entre los habitantes de la zona y aunque parecía lógico por el lugar; se trataba de una persona a quien habían asesinado la noche del martes. Poco a poco fueron llegando curiosos para saber la identidad.
Al parecer, fue un mototaxista que alguien reconoció y dijo “se parece a uno de los Ortices”, refiriéndose a un caserío de la localidad. Por lo que otro motorizado decidió ir avisarle a las hermanas Ortiz que están residenciadas en Quibor, pero tienen familiares en esa zona.
“Si es él. No puede ser”, dijo una señora cuando llegó al cementerio y vio el cuerpo de su sobrino. Era Leonardo José Ortiz Agüero (26), el hijo de su hermano que vive en el caserío Los Ortices; no sabe a qué se dedicaba el joven últimamente ya que tenían poca comunicación.
Sin embargo, otra tía del hoy occiso, quien también llegó al sitio no dudó manifestarle a un conocido su lamento de cómo había terminado el joven, especialmente sentía dolor por su hermano.
Los padres de Leonardo se encontraban ayer en Barquisimeto cobrando la pensión, mientras que familiares buscaban la manera de darle la información a la pareja.
Pasadas las 10:00 de la mañana llegó una hermana de Leonardo. No pudo contener el llanto y en medio de su temblor trataba de limpiarle el rostro y abrazarlo.
Se preguntaba cómo le daría esa noticia a su madre, mientras que a los funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalística les dijo que la última vez que se comunicaron fue la noche del martes cuando el occiso le envió un mensaje diciéndole que se quedaría con la novia.
El cuerpo presentó heridas por arma blanca en la cabeza y al parecer fue arrastrado hasta dejarlo ahí, según las evidencias que había en el lugar.
Un conocido de la familia señaló que el joven desde hace tiempo andaba metido en el mundo delictivo; cometiendo robos y atracos en el caserío donde residía.
Zonas azotadas
Los habitantes de las comunidades cercanas al campo santo aseguraron que la inseguridad se ha vuelto incontrolable, especialmente desde que se instaló una invasión que sirve como refugio para los delincuentes que se dedican a robar a las personas camino a las viviendas a cualquier hora del día.
