De la injusticia eléctrica

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La maquinaria propagandística del gobierno nos desea culpables del colapso eléctrico que él y no otro, generó por todos estos años. Insigne despilfarrador de los más grandes ingresos petroleros que hemos tenido a lo largo de toda nuestra historia, en década y media ha destruido una industria otrora eficiente y poderosa.

De nada valieron las oportunas advertencias, siendo censuradas las numerosas denuncias, incluso de un carácter rigurosamente técnico, orientadas a la pronta solución del problema, en un país que al subconsumo de nutrientes se suma el de la energía eléctrica. Por algo, recientemente, el Barómetro de Información Abierta indica el retroceso de Venezuela al puesto 78, teniendo por encima a países como Ruanda, Brasil, Vietnam, China, Tanzania o Nigeria.

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Faltando poco, nos condena a 40 días prorrogables de racionamiento en sendos bloques de cuatro horas, aunque quizá espera nuestro agradecimiento por el anuncio que antes no hizo, ya que han sido recurrentes y sorpresivos los apagones por más horas en todo el territorio nacional, desabastecidos de velas y otras opciones de alumbrado.

El gravísimo acto de injusticia eléctrica, olvidando que el resto de las entidades federales tienen por habitantes también a venezolanos que sienten y padecen, exceptúa la llamada Gran Caracas: luce demasiado obvio que los servicios de inteligencia hicieron lo propio para adoptar tamaña decisión, aunque deja abierta la posibilidad de castigar a determinados sectores que incumplan con el arbitrario criterio del “consumo eficiente”.

Huelga comentar sobre la parálisis productiva y las facilidades que generosamente se le brinda la delincuencia cada vez más aviesa y organizada, concibiendo un control político y social bajo el pretexto de un ahorro que jamás intentó el Estado, castigado por la evidente buena vida de sus conductores. Bajo la mirada interesada de las inspectorias del ramo, en el reino de una inamovilidad insincera, a muchos les angustiará preservar o buscar empleo, circunstancia que en sí misma cuesta trabajo, o, mejor, como refirió un amigo, Juan Carlos Pérez, lo desempeñarán o conseguirán de acuerdo al terminal correspondiente del número de la cédula de identidad.

La reacción gubernamental ante el legítimo reclamo ciudadano resulta agresiva y grotesca, así lo prevengamos de las nefastas consecuencias del llamado Arco Minero que pretende desarrollar al sur del país. Nada distinto al delicado repertorio verbal de Nicolás Maduro, quien tildó de “asquerosidad” la lógica interrogación que supuso la inmediata ayuda al sufrido pueblo ecuatoriano que jamás nadie ha negado, por cierto, en un gesto muy propio del histórico socialismo real harto generoso al auxiliar a otras naciones, mientras a sus propios pueblos los consumía la miseria. Por ello, ilustrando un poco el sentimiento colectivo, dijimos que ojalá Ecuador nos hubiera donado un poquito de lo que Maduro le envió.

@LuisBarraganJ

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