Lo veo cuando paso caminando, mientras sigue concentrado en su labor, sin alzar la mirada. Abre las bolsas con la lentitud del desolado, y busca comida, sobras, restos, o algo de valor. Cualquier cosa sirve para matar el hambre. Busca a la Venezuela potencia. Hurga, revisa. Palpa la nada, siente la textura del socialismo del siglo XXI, envuelta en un papel de aluminio forjado al calor de la promesa del buen vivir. Pero la búsqueda es hoy más difícil, porque sobra la inmundicia pero faltan proteínas. La basura también se devalúa, y sufre los avatares de la crisis.
Un hombre busca en la basura y encuentra botellas vacías, como el discurso del poder que en Venezuela ha hecho de la mentira su razón existencial, su única urgencia. Quiere encontrar alguno de los motores que el incapaz anuncia cada día como soluciones a la escasez, a la inseguridad, a la inflación, a la penumbra, pero no los consigue, no los escucha. Sigue buscando. En otras, calles, en otras bolsas puede ser que estén. Quizá escuche su ronroneo.
Un hombre busca en la basura porque alguna vez buscó trabajo, buscó una oportunidad, pero no consiguió. Y un día se cansó de buscar sustento con un empleo, y cruzó la línea hacia la derrota, dejando atrás también la pena y buena parte de su cordura.
Son las 10: 20 de la mañana, y son pocos los tesoros que ha conseguido. Media arepa. Un par de zapatos descocidos. 4 latas de refresco. Hay que seguir. Un perro pasa y lleva en la boca una bolsa en cuyo interior está lo que queda de un afiche de un comandante eterno cuyo legado se atascó en la patética fugacidad de un fracaso hecho drama y devastación, al lado de dos huesos de pollo y residuos de guasacaca que el can devorará en pocos segundos. Su mano palpa el contorno de dos cajas de medicinas vacías. ¿Alguien las tomó a tiempo? ¿Alguien las necesitará hoy para vivir?
Un hombre busca en la basura, y no consigue papeles, ni planillas, ni firmas, ni huellas, ni enmiendas. Ni cronogramas o calendarios de racionamiento, ni fechas de elecciones o revocatorios, nada de eso hay allí. Solo hay hambre y angustia, sol y desespero, sin horarios ni discursos. Muchos hombres, mujeres y niños buscan en montones de basura y a veces no siempre están en bolsas. Hay basuras diversas y variadas, unas visibles, otras no tanto. Hay legados que se extienden a lo largo y ancho de un país. Y su olor es fétido. Tiene la forma de una cuenta bancaria de divisas robadas en afán revolucionario, en un país extranjero. O también de una obra inconclusa, de un hospital sin insumos, o una escuela sin techo, o de un maestro con sueldo miserable, porque los recursos para aumentarlos están en los bolsillos de un boliburgues. Tiene también el rostro de un hombre nuevo que ya está arrugado por una decrepitud hecha saqueo, rebatiña y miseria. El poder a duras penas se sostiene en la mentira y en las armas de un partido con botas y fusiles pero sin pueblo ni razón.
La inercia nos hace avanzar a ningún lado, esperando a que la reacción se haga cambio, o que el hastío se torne un grito de ya basta. Mientras tanto, un hombre busca en la basura…
@alexeiguerra