Obtuvieron ese alto rango militar solo por conspiradores continuos y declararse revolucionarios chavistas. Su única batalla es la ambición de riqueza material.
Le entregan su país en venta total a sus camaradas de Castrocuba, régimen de chulos uniformados que, a su vez, vende la isla al mejor postor desde hace 57 años.
No les importa obedecer a Ramiro Valdés y al G2 mediante el ilegítimo mandamás vil inquilino de Miraflores, simple portavoz de sus ambiciones compartidas.
Convierten la nación venezolana en colonia, protectorado militarista que regala su riqueza mineral en crudo y dólares robados al erario público.
Se declaran socialistas del siglo XXI, pero adoran el capitaismo salvaje como lo muestra su prontuario de bienes y estilo de vida a la vista y los tesoros ocultos que revela el arsenal de riqueza adquirida mediante robo directo desde el dólar oficial, comisiones por compra venta de armamento bélico, el narcotráfico y sus relaciones con países que mantienen al terrorismo yihadista.
Nunca muestran una declaración jurada de patrimonio personal.
Les importa un comino que los niños venezolanos mueran por decenas a diario por desnutrición y ausencia de atención médica.
Son los guardianes del Partido Socialista Unido de Venezuela, o sea, comunista disperso en la burocracia gubernamental de Chavezuela.
Sus comandos y colectivos armados ajustician a los delincuentes que forjaron durante tres lustros.
Desprovistos de uniformes castrenses, en apariencia retirados de sus funciones pretorianas, son algunos de los diputados oficialistas de la nueva Asamblea que sí es nacional elegida por votación mayoritaria popular.
Desintegraron a las dignas Fuerzas Armadas Nacionales mediante purgas, persecución, amenaza, prisión y crimen organizado contra los miembros de la institución que en todo tiempo y momento manifiesten rechazo a su proceder hamponil de generalato traidor a la patria contra los intereses y la existencia misma de la nación venezolana.
La única razón por la que su padrino aceptó lo que era su deber constitucional, el resultado de los comicios 6-D, fue el reconocimiento de que el pueblo no los quiere, no los respeta, y hasta el momento se mantiene replegado por pánico a que repitan las instrucciones del Plan Ávila dictado por su comandante muerto al que por interés y miedo a la justicia que no prescribe, aman mucho más que la vida misma de los venezolanos.
Ahora desconocen de facto el Poder Legislativo de ese Congreso legítimo, auspician mayor pobreza y ruina para que haya una rebelión masiva de proporciones y resultados imprevisibles, que los lleve al poder exclusivo y total, pretextando la salvación de la patria.
Advertencia: no soy espía ni militante partidista, solo una comunicadora que a fuerza de trabajar con libros y jóvenes durante más de medio siglo, aprendió a leer también señales claras de una conducta delictiva llamada totalitarismo, hasta ahora aceptada quién sabe por cuánto tiempo más.