El profesor de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, UCLA, Carlos Giménez, propone el Programa de Orientación Vocacional que sería el diseño de un curso propedéutico universitario en el último año del bachillerato, o lo que él llama un “preuniversitario”.
Giménez cree que este programa sería una estrategia formativa y debe asumirse como política directriz del sector universitario y subsistema de Educación Básica, para responder a las necesidades del joven que alcanza el Bachillerato; no solamente en la dimensión escolar, sino en el ser y convivir.
“Aunque hablamos de orientación vocacional (actitud-aptitud) (orientación ocupacional-profesional) incluye también la identificación, el diagnóstico de lo cognitivo y caracterización de problemas afectivos, socio afectivos y de socio estima en la población juvenil del sistema escolar; dentro de esta realidad bien sabemos que el problema con drogas, deserción escolar, alienación y la iniciación temprana en la vida sexual está al orden del día”, comentó.
Giménez sostiene que el adolescente busca organizarse y actuar de acuerdo a patrones culturales ajenos y alienantes, creando grupos y manifestación con signos violentos y de desarraigo del ser cultural nacional. “La precariedad social y afectiva de una buena parte de los jóvenes es otra variable que interviene directamente en el sentido de futuro para ellos. La vulnerabilidad está a la orden del día si prestamos atención al asunto de la violencia en el país”.
Explica Giménez que habrá que investigar y precisar el asunto de oportunidades de estudios y sistema de admisión, que en muchos casos excluye a una importante población, quedan en lista “una mal llamada población flotante”, que esconde finalmente los mecanismos de exclusión. “La precariedad existencia de la juventud viene con mayor empuje dado que en el país se carece de políticas públicas en función de la adolescencia”.
Detalla que el sistema de selección y admisión que se aplica a los estudiantes que aspiran a ingresar a la educación universitaria ha sido objeto, casi desde sus inicios, de cuestionamiento de diferentes sectores de la comunidad académica.
Explica que básicamente el sistema de selección se comparte entre los procedimientos aplicados por la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU), que combina los resultados de las calificaciones de Educación Media (promedio del Bachillerato) con los de la prueba de Aptitud Académica (Razonamiento Verbal y Matemático) en un índice que los integra, denominado Índice Académico (prueba eliminada) y el utilizado por las universidades que, fundamentalmente, está constituido por las llamadas Pruebas Internas, las cuales combinan exámenes de aptitud con las de conocimientos específicos, según la naturaleza e interés del área o disciplina correspondiente .
Agrega que el aspecto que más se ha cuestionado es la discriminación social que el procedimiento establece entre los aspirantes, evidenciándose que los resultados de las pruebas tienden a favorecer a los estudiantes de mayores recursos socioeconómicos, característica que es válida tanto en el sistema nacional de admisión, como en el de las pruebas internas de las universidades, aunque más acentuadamente en este último.
“Desde luego, que no debe haber discriminación alguna, la lucha es por la diversidad de ofertas académicas en función de la actitud-aptitud del aspirante. Lo socio económico no es variable académica y menos debemos llegar al determinismo de su influencia cognitiva. La tarea es igual de oportunidades y condiciones para el desarrollo humano de los jóvenes”.