I
Hace varios días me llamó la atención un título para la nota de un portal en Internet. Decía textualmente “Así se les va la vida a los venezolanos” y relataba de una manera dramática las 24 horas de un ciudadano, que puede ser usted o yo. Lo más frecuente es un madrugonazo, a eso de las 4 a 5 de la mañana para salir a la calle y llegar muy temprano a formar filas frente a un centro de distribución de alimentos. Allí se va a encontrar con sus congéneres para llenarse de paciencia y esperar las 8 de la mañana cuando regularmente abren las puertas esos establecimientos. Si tuvo la suerte de ingresar entre las primeras 100 personas al local, felicítese usted mismo y en silencio porque a lo mejor se le escapa una sádica sonrisa cuando piense en el último de la cola y en la hora en que saldrá de ese pequeño infierno. Por lo menos, entre otra cola interna, el despacho y el pago del producto que acaban de darle habrán transcurrido unas 4 o 5 horas en la cual ha consumido por lo menos unos 300 bolívares en comprar dos empanadas y un juguito como desayuno en el kiosko de Adriana. Intenta regresar a casa y se da cuenta que tiene que ir a otro local donde le pueden vender un paquete de Harina Pan. Lo malo es que tiene que andar por lo menos cinco a 10 cuadras y volver a hacer una cola, un poco más larga que la primera por no haber podido desdoblarse y estar en dos sitios a la vez. Llega la hora de almuerzo y no tiene más tiempo para esperar que le vendan nada y decide, esta vez sí, marcharse a casa donde lo están esperando con la esperanza –para familia- de haber logrado comprar algo de la llamada cesta básica, que siempre está a menos de la mitad de su capacidad receptora. Solamente le queda mediodía para ir al trabajo, si es que tiene empleo, justificar su ausencia laboral, pero prometió a su patrón trabajar una horas extras para compensar. Como es de suponer llegar tarde al hogar y no tiene tiempo de conversar con la esposa y los hijos por estar muy cansado del intenso trajín. Se duerme pensando que mañana será otro día y otra cola porque un vecino le dijo que en “Farmatodo” llega un camión con jabón y papel tualé.
II
¡EL SHOW! Con el lema de “No dejes para mañana los besos que puede dar hoy”, en Europa se celebró el pasado miércoles el Día Internacional del Beso”, que ha resultado este año una fiesta colectiva, especialmente en España donde mediomundo se disfrazó de “tirabesitos para repartirlos a diestra y siniestra. Los medios han reportado el beso más largo entre una pareja de adultos con una permanencia de casi 2 horas. Aquí, que somos tan copiones de todo, por qué no celebramos ese día en el mes de mayo? (Ustedes deciden)… ANIVERSARIO: Tres años celebró la semana pasada la academia de baile Ritmo Latino. Allí se le rinde culto a la música caribeña de la forma más sencilla: bailando. Y así lo hicieron la noche del viernes en el hotel Príncipe en una gala donde los chicos y menos chicos nos mostraron cómo se mueve el cuerpo al compás de la salsa brava y menos brava. En un próximo trabajo les contaré todo lo que sucede bajo los ritmos latinos en nuestra región… GOURMET: Excelente degustación en el Martini Bistró del Jirahara para los gustos más exigentes. Ángelo Nasta, un reconocido chef internacional se ha inventado un Rodicio para los almuerzos y la cena muy tentador. Consiste en probar siete delicias en una sola sentada con diferentes especialidades de su cocina que, seguramente, dejará más que satisfechos a entendidos y no entendidos de la alta cocina. El lunes probaron con el Rodicio criollo con 20 puntos de aprobación. No se lo pierdan. ¡AH!: Mañana pueden enviarle sus felicitaciones a la Reina Isabel de Inglaterra por su cumpleaños. Son 90 abriles, 63 de ellos al servicio de su país como soberana con un pueblo que la ama y la respeta. Escriban a la Embajada del Reino Unido en Caracas o directamente al Palacio de Buckingham en Londres. También al Palacio de Windsor donde le cantarán el cumpleaños feliz.
III
Hace una semana supimos la noticia, y casi no lo creíamos: Un diario que perteneció alguna vez a una cadena periodística, hoy en plena decadencia en Venezuela, despidió de su trabajo a la talentosa periodista Ahiana Figueroa quien se había sumado a 360 reporteros que se encargaron de investigar los llamados “Papeles de Panamá” y poner al descubierto las fortunas opacas que se mueven bajo la sombra de los llamados paraísos fiscales. Los opacos dueños de ese periódico –nadie todavía sabe quiénes son- resolvieron despedir a Ahiana por haber revelado las andanzas de un siniestro personaje con muchas historias que contar a la justicia, y esa circunstancias le costó al puesto a la reportera. Este caso revela, sin duda, la crisis por la cual atraviesa el país en materia de libertad de expresión. El gobierno es el dueño solapado de periódicos, estaciones de radio y canales de TV cuyos administradores han jurado fidelidades y manipulado lo que debe ser sagrado para un periodista: la verdad, sea cual fuera sus consecuencias. Mis respetos a Ahiana y a su profundo sentido de la responsabilidad profesional. Ya vendrán tiempos mejores.