Me contó un amigo: en una reunión de políticos, se dijo que el partido Primero Justicia estaba entorpeciendo los pasos de la oposición hacia el fin de este gobierno, porque por sus intereses le conviene que culmine el actual período presidencial. No sé por qué realmente, no soy política e ignoro estas artimañas, pero mi reacción fue instantánea y dije muy convencida: Eso no es verdad. ¿Por qué lo dije? No tengo nada qué ver con Primero Justicia –salvo que he votado por alguno de sus candidatos- ni con ningún otro partido. Tiempo ha fui simpatizante de Copei, hasta que dejó de ser un partido demócrata-cristiano. Admiré profundamente a Caldera –y lo sigo admirando como el gran estadista que fue- pero no lo seguí en Convergencia, no estaba de acuerdo en una segunda presidencia a su edad y voté por Álvarez Paz, mi último voto por Copei. Me desvío, porque lo que debo explicar es el porqué de mi afirmación rotunda: Eso no es verdad.
Digamos que lo dije por instinto, por experiencia de vida, en 90 años de existencia se ha visto mucho, se ha oído mucho y, sobre todo, se ha observado mucho a las personas y los grupos, como para captar sus intereses, sus ambiciones, mezquindades, virtudes y procedimientos; o porque ya estoy completamente ga ga, lo que es bastante lógico.
Primero Justicia es un partido nuevo fundado por hombres nuevos. Su líder fundador, Julio Borges, estará llegando ahora los 50 años. Se dio a conocer en aquel programa de TV donde fungía como juez de paz. Como partido, todavía no ha gobernado el país, tan sólo ha ganado elecciones locales. Los partidos nacen llenos de ideales y buena voluntad de servir a la nación, en el poder es donde se van deteriorando, ejemplos nos sobran; es bien raro que se corrompan antes de alcanzarlo. Borges me parece un hombre discreto y trabajador, sin ambiciones personales, fue él quien lanzó a su copartidario, Henrique Capriles Radonski, como candidato a la presidencia de la república, no se lanzó él. Claro, me dirán, sabe que no es un líder como Capriles. Cierto, ¿pero cuántos tienen la inteligencia de reconocerlo y sacrificar su ambición de poder, si la tienen? Ambición legítima, por otra parte, si es para servir y no para servirse.
El único “pecado” de Primero Justicia -hasta ahora- es la de arrasar en las últimas votaciones, como quedó confirmado en las del 6 de diciembre de 2015. Hoy por hoy, es el partido mayoritario. No me queda sino esta conclusión: los dimes y diretes en su contra en las reuniones de los seguidores de los partidos tradicionales, sólo responden a la envidia. Es difícil y doloroso aceptar que se perdió el liderazgo; hay que buscar la culpa fuera de sí mismo, es mejor acusar al otro y desacreditarlo, poco importa que con estos mezquinos manejos se atente contra lo único que nos debe importar para alcanzar la victoria como oposición: la unidad.
¡Basta ya de hacerle el juego a un gobierno corrupto buscando escisiones
destructivas! Si los nuevos líderes de las partidos tradicionales se van a comportar como los viejos, cerrando el paso al la juventud, hasta de su propia tolda y dando golpes bajos a los otros, francamente yo los tomaría como militancia calificada de un decadente grupo político denominado certeramente Primero Injusticia.