El embajador Oscar Hernández Bernalette, opina que el caso Dilma Rousseff no es el fin del socialismo, como muchos piensan.
A su parecer no son más que crisis puntuales que se suscitan en países democráticos que por coincidencia son de izquierda, donde bulle como eje central la corrupción, acción que no es exclusiva de los gobiernos de izquierda o derecha.
Lo que sorprende es que esos socialistas llegaron al poder criticando la corrupción, tal y como lo hizo Chávez, quien se montó en el tren de la anticorrupción durante su campaña electoral y terminó siendo uno de los gobiernos más corruptos de la historia de Venezuela, destacó.
Hernández Bernalette recordó que hace poco en Guatemala, donde no existía un gobierno de izquierda, el presidente fue destituido.
“Si bien es cierto que algunos de estos países son gobernados por la izquierda, como en el caso de Venezuela, Argentina, Bolivia, Brasil; lo que debe interesar es que la corrupción sigue haciendo estragos, que los gobiernos no han hecho lo suficiente y han empoderado la posibilidad de que se hagan negocios turbios durante sus mandatos”.
El embajador mencionó que a Rousseff se le acusa por modificar los presupuestos e incurrir en maniobras contables ilegales a fin de maquillar los resultados del gobierno en 2014 y 2015. Se trata de malversación, del uso del dinero público de una manera incorrecta.
“El mensaje que reciben los políticos con el caso Rousseff es que los países cada día tienen menos tolerancia para aceptar que sus gobernantes incurren en la malversación y el uso de los fondos públicos para fines propios”.
El diplomático asegura que los pueblos de la región están cansados de la corrupción ante el cúmulo de necesidades, crisis sociales y económicas muy fuertes.
“Es un golpe bajo para un país descubrir que sus gobernantes, por acción u omisión, toman el dinero público para otras cosas. Los más perjudicados son los más pobres”.
Añadió que esos recursos que se malversan generan una gran insatisfacción y a su vez, asideros para la lucha política, para que la gente reaccione ante sus gobernantes.
Las sociedades esperan que sus presidentes sean las personas más honestas, probos, que no engañen, mientan o utilicen la política para su beneficio propio.
-¿Por qué es posible un juicio contra un presidente en Brasil?
-Porque los poderes públicos no están secuestrados por el Ejecutivo tal y como pasa en Venezuela. Vemos la actuación de la Policía Federal en Brasil con total autonomía, al igual que la actuación del Tribunal Supremo, completamente independiente. Lo más importante para el equilibrio de una nación es contar con un sistema judicial que no permita la impunidad, independiente del Poder Ejecutivo, donde el Tribunal Supremo sea absolutamente independiente para que sus decisiones sean justas y apegadas a la Constitución. Cuando no hay maniobras políticas puede pasar lo que en Brasil, que una Cámara de Diputados acuse al presidente y lo lleve a juicio.
Equilibrio
El especialista sostiene que preservar la autonomía de los poderes es vital en una democracia para que prive el Estado de Derecho. Cuando ese equilibrio se pierde se propicia un Ejecutivo muy poderoso sin canales abiertos para descubrir, acusar y demandar ante hechos de corrupción.
Lamentablemente, Venezuela es un país tipificado como un estado donde cualquiera se libra de la corrupción, subrayó el entrevistado.
Cuando el TSJ impide las decisiones del soberano a través de la AN observamos que no hay Estado de Derecho ni independencia de los poderes, indicó.
“Lo que está pasando en Brasil es un buen ejemplo, una buena referencia que se pretende manejar como una maniobra de la derecha o Golpe de Estado. Es simplemente la posibilidad que todavía tiene un país, con diversos escándalos, para acusar a sus gobernantes de malversación”.
Enfatizó que lo más importante es el mensaje: no puede haber un jefe de Estado en nuestra región que pueda pasar liso de su responsabilidad ante la historia, de haber permitido o formado parte de hechos de corrupción.
“No se trata de la izquierda contra la derecha, puede haber gobiernos honrados de una ideología o de la otra, pero estamos viendo gobiernos de izquierda muy deshonestos y llama mucho la atención porque la mayoría llegó al poder con la bandera de la anticorrupción”.
