Estamos atravesando una crisis inédita.
No producimos para abastecernos de productos básicos. Esto no es noticia nueva, lo nuevo es que no tenemos dólares para importar lo que antes era cotidiano.
No hay productos regulados en el mercado, porque sencillamente… no los producimos.
Importamos la mayor parte de lo que comemos o usamos y hay un sistema cambiario tan apretado, que asfixia la economía.
También, hay una distorsión de precios, que son muy bajos dado el valor de la moneda, en comparación con los precios internacionales, haciendo muy atractivo el contrabando de extracción de la propia población. ¿Qué es eso? Una aberración de nuestra economía. Una situación insostenible.
Debemos dejar que la oferta y la demanda hagan su trabajo, facilitar la producción, motivar el regreso al campo con políticas puntuales, donde tengan viviendas dignas, educación, servicios públicos y créditos para trabajar.
La economía debe dar un vuelco para dejar de depender sólo de las exportaciones de petróleo, volver la vista hacia el campo, al campesino, las manufacturas y el turismo.
Un país no puede sobrevivir sano con un modelo monoproductor como el que tenemos. Ahora, no sería tanto problema si dependiéramos de ese producto, porque se gana bastante con él, sin embargo ese dinero se pierde en el camino, hay una corrupción enquistada impidiendo que esas ganancias lleguen al colectivo.
Somos un país que puede autoabastecerse, sin embargo, no lo logra porque no hay políticas coherentes. Ello impide lo más elemental: alimentar una población.
Somos un país vulnerable en todos los sentidos, no producimos ni los alimentos ni los insumos que necesitamos, además dependemos de un solo producto para tener dinero, descuidando los demás recursos que poseemos.
¿Es tan difícil ver eso? No lo es, pero es más fácil seguir como estamos sin atrevernos a dar pasos hacia cambios significativos o estructurales. Cuando toquemos fondo… reaccionaremos.
