“Reyes o gobernantes no son los que llevan cetro, sino los que saben mandar”. Una frase del griego Sócrates que como es usual ilustra. Los venezolanos nos hemos caracterizado por ser una estirpe amante de la distracción, allí que la taumatúrgica producción de nuestras novelas haya alcanzado fama mundial y nuestro béisbol posea los estadios con mayor capacidad de fanaticada en la región, sin embargo, eso ha cambiado dramáticamente, ni las novelas ni el béisbol son hoy día nuestro principal entretenimiento.
Vivimos en un país en el que sólo un hecho de los que ocurren a diario, bien sea un crimen, un escándalo por corrupción, la tasa de inflación, escasez o crisis de servicios públicos, en otro país sería motivo de consternación púbica durante semanas, pero ya nos hemos acostumbrado a todos ellos, nos hemos acostumbrado a lo malo, a vivir mal, que es la peor de las prácticas humanas.
Así, nuestros gobernantes han hecho estragos, Venezuela es lo relativo a paraísos fiscales pero para gobernar, la visión autoritaria de los distintos ejecutivos (nacional, regionales y locales) ha contribuido a la nociva adicción a lo intrascendental, hacer palabra cierta los designios de presidentes, gobernadores y alcaldes por errados que estén. He allí la relevancia de la prenunciada frase socrática, creemos que saber gobernar es ganar elecciones cuando la verdad es requerido un gran abanico de virtudes que ni remotamente ponderamos.
Han desaparecido del discurso oficial las raíces científicas, racionales, no se da cuenta a los gobernados de los impactos en materia económica ni social de políticas o medidas aplicadas, sólo se propagandizan trilladas cifras, estadísticas divorciadas del palpo real, dándose lugar protagónico a lo afectivo, a lo meramente enunciativo. Se hacen atrevidas, ventiladas exacerbaciones al acerbo patriótico, soberano e independentista, principalmente por dos razones: intentar unir a las personas a través de la venezolanidad, en segundo lugar porque patria, soberanía e independencia son incuantificables, criterios tremendamente subjetivos, manipulables. La escasez, la inseguridad, la inflación son variables de gestiones perfectamente medibles por eso se constituyen como indicadores universales de gestiones públicas… la patria, la soberanía, la independencia no. ¿Ha visto o escuchado Suiza es 79% patriótica, Finlandia 84% soberana o que Islandia presenta un índice de independencia anual de 91%? No, ni lo verá.
De este modo, hemos hecho de la política un entretenimiento circense, un hobby, un show, de todo menos una herramienta para la calidad de vida. Día tras día al amanecer nos dirigimos a los medios de comunicación para enterarnos qué pasó, qué dijo tal o cual “líder” y contemplar las reacciones de otros tales, nos hemos convertido en una nación de farándula política, distraída de lo realmente importante, que vive del reality show donde los protagonistas son los gobernantes y el pueblo es un público absorto, autodestructivamente entretenible.
@leandrotango
¿Novelas, béisbol? No señor… ¡política!
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