Jean Chediak tiene más de 40 años recuperando acumuladores para vehículos, o baterías como comúnmente se le conocen.
Proveniente de Siria llegó a Venezuela cuando aún era un bebé y se instaló en La Mata, parroquia Cabudare en época añeja, según vestigios de los ruinosos muebles de su tienda.
Con perspicacia esboza que a sus 60 años de edad jamás el negocio de reparar baterías había sido tan rentable como ahora, aunque lo aqueja la ausencia de repuestos e insumos para ejecutar el trabajo.
Su horario de trabajo es holgado y muy a pesar de las atosigantes interrupciones eléctricas, recupera entre dos y cuatro baterías por día “cuando se tienen todos los materiales”.
A su negocio llegan unas 20 baterías diariamente, pero más de la mitad, tienen que ser devueltas por el estado de deterioro, pues muchas han sido sometidas a intensas reparaciones tras lo escabroso de poder conseguir una nueva.
Rememora que antes “cuando había material” reparar una batería costaba entre 50 y 200 bolívares pero la mayoría de las personas preferían comprarlas nuevas, desechando así las usadas.
Ahora él, reconstruye una batería en 10.000 ó 12.000 bolívares, “dependiendo el estado del paciente”, lo que incluye repuestos y ácido nuevo.
Asienta con determinación -en medio de la entrevista-: “No compro baterías robadas y tampoco acepto choros que vengan a ofrecer algo”.
Su método de trabajo es un poco arcaico, pues utiliza un machete y un martillo para abrir los acumuladores.
Los bornes los fabrica fundiendo el plomo y la garantía es su palabra empeñada, la cual tiene un vencimiento de seis meses, sin embargo, hay clientes que han vuelto luego de un año a reclamar esa palabra.