Alguien le preguntó a la señora Chepina, fundadora del caserío Cocodrilo en la parroquia Juares, ¿qué le pedía a los gobernantes?, ella respondió: “nada, usted sabe… nosotros somos del campo”. Josefina de Mogollón, quien supera los ochenta años de edad, dijo que “nada” viviendo entre infinitas carencias, parece que está acostumbrada.
Sonríe mientras cuenta que ese tramo de la zona sur de Barquisimeto hace décadas está olvidado por los mandatarios, de hecho la última vez que los medios de comunicación visitaron ese lugar fue en 1996, cuando por una orden de un Tribunal querían desalojarla a ella y al resto de los habitantes del caserío, alegando que el área le pertenecía al Parque Nacional Terepaima.
Cualquiera pensaría que hoy en día esa zona está despoblada pero no, allí está su gente, que sufre día tras día las dificultades de vivir montaña adentro, a casi dos horas de Río Claro, a donde tienen que ir cada vez que tengan una dolencia o a comprar en una bodega, por ejemplo.
En el lugar, rodeado de una incalculable variedad de flora y un clima cálido, no existe ruido más que el cantar de algunos pájaros, y en ese mismo silencio, los pobladores guardan las mayores necesidades que puede tener un pueblo que no cuenta con ninguno de los servicios básicos.
Necesidades que quizás los gobernantes se imaginan, pero probablemente no han palpado de cerca, tal vez no han caminado lo mismo que los lugareños tienen que caminar para acceder a un transporte público que los traslade a “la civilización”, seguramente no saben la travesía que pasan para ir al abasto y lo más seguro es que no sepan que los cuarenta y dos alumnos de la Escuela Básica de Cocodrilo no pueden ir a clases en época de lluvias porque el acceso es prácticamente imposible.
“Que alguien se apiade”
José Jiménez es el coordinador de la escuela. A diferencia de la señora Chepina, él sí enumeró las carencias que hay en la escuela. Tiene fe de “que alguien se apiade de nosotros”. En la escuela no hay luz, ni agua, ni baños, ni pupitres, ni puertas, ni ventanas, ni comida porque suspendieron el Programa de Alimentación Escolar (PAE) y la lista continúa: lápices, tizas y hojas, material indispensable para las actividades en las aulas, también faltan.
En la asignatura de Educación Física, los 42 alumnos realizan ejercicios que no incluyan balones o cualquier otro implemento, no tienen ni uno, ni tampoco recursos para adquirirlos.
Jhoan Palacios, profesor de la asignatura, hizo un llamado a los gobernantes a nivel nacional, estadal y municipal, “que venga la ayuda de donde sea, pero que venga”.
Ambos educadores viven lejos del caserío Cocodrilo, para llegar a la escuela “cazan” las colas de los camiones rústicos que de vez en cuando pasan, un carro pequeño no subiría por esos intrincados tramos y andar en moto es peligroso, “a mí me querían quitar la moto, pero cuando vieron que era el profesor me dejaron seguir”, solo pocos lugareños corren el riesgo de usarlas. Son pocas las opciones que quedan ante la falta de transporte público, pero hay vocación de estudiar y de enseñar.
Las promesas de Hugo Chávez
El 19 de enero de 2008, el fallecido presidente Hugo Chávez visitó la parroquia Juares, llegó hasta el lugar, allí hizo varias promesas, una de ellas que “La Cuchilla ahora va a tener filo por los dos lados”, refiriéndose quizás a las mejoras que planteaba hacer, ciertamente las hizo, recuperó tramo vial, ayudó a emisoras comunitarias y otorgó una unidad para que cubriera una ruta en los caseríos más recónditos.
Pero esa unidad llega hasta Matatere, a cuatro kilómetros de Cocodrilo, es decir, lo más cerca que los profesores y alumnos pueden llegar en un transporte público a la Escuela Bolivariana de Cocodrilo es alrededor de cuarenta cuadras de distancia.
Delincuencia en la montaña
En el corazón del campo todavía existe la bondad, las puertas de las casas no necesitan cerraduras, todos se conocen y se respetan, pero los de “afuera” no.
El grupo delictivo más popular y peligroso de la localidad fue erradicado por las autoridades recientemente, de esos adolescentes que usan la montaña como guaridas luego de cometer sus fechorías quedan pocos pero los hay. Los vestigios de El Fernandito, fallecido líder delictivo, todavía se hacen sentir, aunque en menor magnitud.
La semana pasada los delincuentes colocaron una suerte de alcabala en la vía hacia la montaña, estaban “dateados” cuando los productores bajaban en sus carros rústicos les pedían que les entregaran el dinero que cargaban bajo los asientos.
Ese día los delincuentes salieron ganadores, robaron el camión que iba cargado con las hortalizas y otros alimentos para el Mercal de Río Claro, los culpables siguen en libertad. Y este tipo de robos se hacen frecuentes cada día.
Vía agrícola en estado crítico
“Cuando comiencen las lluvias no se podrá ni caminar por aquí”, dice Juan Peralta, dirigente social y coordinador de la parroquia Juares, refiriéndose a la vía desde Río Claro hacia los caserío Cerro Negro, La Rosa, Matatere y Cocodrilo en donde hay alrededor de 30 fincas productivas.
Se produce caraota, quinchoncho, maíz, pimentón aguacate y tomate, pero el fuerte es el café, de hecho el famoso Café Cordillera se produce en esas tierras.
“Ah mundo, lo que tendrán que padecer para transportar la producción, ellos son los pocos que están produciendo ahorita, tienen que brindarle una mano, sabemos que los gobernantes tienen las maquinarias, entonces que las pongan a trabajar”.
En el otro extremo de la montaña están los caseríos San Rafael, Los Puentes, Los Mangos y Quebrada Abajo. Allí la mayor parte de las tierras producen caraotas y otros granos. Esa vialidad está en decadencia, actualmente hasta el acceso pie es difícil y la vía ataja a los carros rústicos.
Los pobladores piden a las autoridades recuperar el tramo, saben que usar pavimento de asfalto en esas vías podría ser tiempo y recursos perdidos, por eso sugieren pavimento de concreto.
En el campo de la parroquia Juares está sembrada semilla para el futuro, de la que da buena cosecha, por eso sus pobladores ruegan ser incluidos en las gestiones de algún intendente.
