A Jesús le gustaba compararnos a nosotros los seres humanos con las ovejas. El es el Buen Pastor que da su vida por sus ovejas. Y es de notar que sus ovejas somos todos: los que están dentro del corral y los de fuera del corral. Dice Jesús: “Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano” (Jn. 10, 27-30).
Es cierto, Jesús ha dado su vida por nosotros para que tengamos Vida Eterna. Pero este privilegio inmenso requiere una condición exigida por el mismo Jesús: “Mis ovejas oyen mi voz… y me siguen”.
¿Cómo escuchar la voz de Dios para poder seguirlo a El y sólo a El? Porque… hay muchas voces a nuestro derredor: los medios de comunicación, las malas compañías, los enemigos de Dios, los cuestionadores de la Verdad, los guías desviados, los líderes mentirosos, las mayorías equivocadas…
Ya nos puso en guardia Jesús acerca de esos falsos pastores que no son El: “No le importan las ovejas y las abandona. Y el lobo las agarra y las dispersa” (Jn. 10, 11-13). ¿Y quién es el lobo? Nada menos que el Enemigo de Dios, el Diablo.
Por eso hay que saber escuchar la voz del Buen Pastor, de Aquél que sí “da la vida por sus ovejas”, de Aquél que sí las cuida bien. ¿Cómo reconocer esa voz? ¿Cómo reconocerla para seguirla, sabiendo que es la única que nos lleva a la Vida Eterna?
Quien oye la voz de Jesús, acepta y sigue su Palabra contenida en su Evangelio. Y la acepta en su totalidad, sin suavizarla, ni disminuirla; mucho menos, discutirla o cambiarla en alguna de sus partes. Quien oye la voz de Jesús, sigue el Magisterio de su Iglesia contenido en el Catecismo. Quien oye la voz de Jesús oye la voz de aquellas otras ovejas que están en el corral y que están siguiendo la voz del Buen Pastor. Quien oye la voz de Jesús oye todas esta voces y oye, también, la voz de su conciencia. Pero esa conciencia no puede estar confundida, ni ahogada, ni obnubilada, ni adormecida por las voces que no son las del Pastor. Tiene que ser una conciencia que esté rectamente iluminada por la Verdad y por la Ley de Dios.
Cuando escuchamos la voz del Buen Pastor y prestamos atención a lo que nos pide y nos exige, a lo que nos corrige y nos reclama… cuando lo oímos en lo que nos gusta y en lo que no nos gusta mucho … entonces podemos decir que lo estamos siguiendo de verdad. Y siguiéndolo, podremos llegar “a la Vida Eterna y no pereceremos jamás”, porque no nos ha agarrado el lobo.
El Buen Pastor quiere que todos nos salvemos. El ha dado su vida por todos, sin excepción. El no excluye a nadie de su rebaño. Si alguien está excluido, es porque se excluye a sí mismo. Y se autoexcluye aquél que rechaza conscientemente el mensaje de Cristo, aquél que no quiere escuchar la voz del Buen Pastor.
Por eso, los que somos ovejas del rebaño nos toca llamar a las ovejas que están fuera -a los incrédulos, a los rebeldes, a los confundidos, a los desanimados, a los desviados, a los engañados-para que vuelvan a escuchar la voz del Buen Pastor.
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