Gracias a la vida por las mañanas de sol y las noches de luna que me hacen soñar, gracias por la paz del paisaje reflejo del rostro de Dios, gracias por darme razón para pensar, corazón para sentir y ojos para ver.
Gracias por el recuerdo de mis días idos, por el florido ramal de los rosales, por las lecciones que iluminaron mis zarzales con dulzura, gracias por la esperanza que en voz baja mi oración medita.
Gracias a la vida por los padres que tuve, por ellos aprendí que amar no es otra cosa que creer, gracias por mis hermanas, mi esposo, mis hijos, sobrinos y nietos que me acompañan en las buenas y en las malas.
Gracias por el aura y por el hondo poniente que dora mi frente y circula por los campos de mi memoria, gracias a Dios por permitirme nacer en la puerta del sol, allá en mi tierra colombiana, gracias por Venezuela mi otra patria tan querida.
Gracias a la luz que me ayudó a vencer los rigores oscuros del destino, gracias a la lira mi amiga fiel, mi compañera que pulso día a día para nuevos sonidos modular, sobre el ala de luz de mis sueños incansables.
Gracias al tic tac del reloj que en cada despertar me recuerda que aunque todo pasa y muere, la maravilla de luchar y de aprender es interminable, como lo es el recuerdo y lo es también la felicidad.
Gracias al tiempo y a las batallas de ayer que muros de tiranía pudieron derribar, gracias a los héroes que a todos nos hicieron libres, libertad que hoy buscamos rescatar de las fauces del cruel orangután.
Gracias a la Campana de Ocanto que sonó en el desierto y a las oraciones matutinas que siguen diluyendo con fe las campanas del Santuario, gracias por el alma que se va en paz hacia el infinito sin que nadie sepa, por quién doblan las campanas.
Gracias por el misterio indescifrable de las palabras que se mueven en prácticas de formas y de emblemas, palabras en las que a veces soy un eco, una aspiración, un arcano, un arrecife, un esquife o una magia bajo inimaginables soles.
Gracias al que da cobijo al inmigrante, por las puertas que se abren al que la guerra, todo le quitó, gracias por aliviar el peso de su cruz y por poder curar con ayudas y oraciones, lo que no ha podido otorgarle su esperanza.
Gracias a Mozart, a Beethoven, a Tchaikovski y a Chopin por unirme al misterio de sus obras musicales, a su arte perfecto de pianos, de violines, de clarines y de claves que feliz escucha el espíritu de Dios y también el de los hombres.
Gracias a EL IMPULSO por permitirme desenhebrar mis madejas cargadas de sueños, mis metáforas, mis curiosidades, mi opinión, mi afición a escribir y a componer uno que otro verso sin ninguna rima, gracias a mis lecturas y experiencias adquiridas en la escuela incomparable de la vida.
Gracias como dice la canción a la vida que me ha dado todo, que me enseñó a almacenar la paz y la justicia lejos de la violencia, de las trampas y de los odios, gracias por ayudarme a comprender que un solo átomo del mundo es amor.
Gracias a la certeza del corazón de que debajo del cielo de esta patria todos cabemos, que podemos hacer armonía y vivir felices todos unidos con el universo, seguro cielo donde mejor cabemos todos.