El periodismo investigativo, esa manera de nombrar lo que es consustancial con cualquier profesión que exalte la ética en su relación con la veracidad de los hechos o eventos que a nuestro alrededor se entretejen, para informar a los demás integrantes de la sociedad, no puede colocarse en entredicho. Remite a pensar en quienes pasaron por un aula universitaria e hicieron suyo aquel lema de una “comunidad que agrupa a estudiantes y profesores en la búsqueda de la verdad”.
Esta suerte de suerte de axioma filosófico, lo relativizo, a propósito del significado de lo veraz y de la validez del conocimiento. No es un problema de forma, detrás del cual se pueda ocultar, con un legalismo extremo, el hecho inocultable que desde siempre ha servido para la complicidad y la corrupción. Increíble que se alegue que los denominados en la jerga noticiosa nacional “Los Papeles de Panamá” y en la anglosajona “Panamá papers”, fueron “robados” de la fuente original que los contenía, para descalificar, minimizar y banalizar, el hecho en sí, sus consecuencias y repercusiones. Que las tiene, en todos los órdenes. Desde el político hasta el moral, con toda la gama intermedia que traduce su complejidad.
Hay, por ejemplo, especialistas en el tema financiero que respaldan una afirmación como la siguiente, palabras más, palabras menos: Si lo que se revela es resultado de una ilegalidad, obtenido en condiciones de anonimato y que pudiese resquebrajar la reputación de inocentes al hacerse público, en desconocimiento de la intención que persigue, ello significa que la democracia y uno de sus pilares fundamentales, la libertad de expresión está en peligro.
Precisamente, lo que está en juego detrás de esa liberalidad, liberalismo o falta de regulación que se ampara en el sacrosanto principio de la privacidad que exaltan quienes se han hecho del poder y de grandes fortunas, es el caldo del cultivo para que la corrupción y sus promotores, se expanda como una pandemia por todo el orbe.
Los paraísos fiscales no son nada nuevo. Existen y se multiplican. Se estima que la lista incluye cerca de ochenta países. Va desde pequeñas islas casi desconocidas en la geografía mundial) por supuesto, para el común de los mortales), hasta Italia, Japón y EEUU. Su definición es inexacta, llega a señalarse, hasta tal punto que organismos financieros internacionales como el Fondo Monetario Internacional y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCED, como representativos, no logran consenso para caracterizarlos. ¡Increíble!. Ello lleva a preguntarse quienes están detrás de este tipo de instituciones y el juego de poder que a nivel global establecen los amos del mundo. Los que se repartieron la hegemonía tras la postguerra y los que se han integrado a ese selecto club.
Vale recordar, que la Asamblea de las Naciones Unidas de la ONU, en el 2005, incorporó a los denominados Principios del Compromiso Mundial o Pacto Global, en materia de Responsabilidad Social para los Empresarios, representantes de los gobiernos, y de las ONGs, en materia de Desarrollo Humano Sustentable, el décimo de ellos, referido a la lucha contra la corrupción.
Comencemos por allí, para sacar nuestras propias conclusiones.
