Un hombre de 24 años paralizado por una lesión de la médula espinal logró mover parte de su mano derecha nuevamente controlándola con señales transmitidas por sensores en el cerebro.
Ian Burkhart, de Dublin, Ohio, puede tomar una botella, verter su contenido a una jarra, levantar una vara y agitar el líquido. Puede tomar una tarjeta de crédito y deslizarla por el lector. También puede mover los dedos de forma individual y sostener un cepillo de dientes.
Pero sólo puede hacer estas cosas durante unas horas a la semana, en un laboratorio en donde está atado a un dispositivo experimental que interpreta sus señales neurológicas y estimula sus músculos a través de electrodos en su antebrazo. Los investigadores esperan que algún día una versión mejorada del sistema también pueda ayudar a gente que sufrió un traumatismo o ataque cerebral.
Cuando pueda utilizar el aparato en casa «realmente mejorará mi calidad de vida e independencia», dijo Burkhart, quien tiene casi todo el cuerpo paralizado.
El caso de Burkhart se describe en un ensayo publicado el miércoles en la revista Nature. Es el reporte más reciente de la investigación que ha permitido que personas paralizadas operen brazos robóticos, computadoras y otros dispositivos con señales capturadas de implantes cerebrales, o recuperen el uso de músculos paralizados al enviarles señales desde otros músculos que aún controlan.
En contraste, el nuevo reporte demuestra que un paciente puede utilizar un implante cerebral para estimular sus propios músculos paralizados.
Burkhart estudiaba el primer año de la universidad cuando se rompió el cuello, hace seis años. Se echó un clavado al mar pero cayó en un banco de arena. Como resultado, está paralizado de la mitad de su pecho hacia abajo, sin movimiento en sus brazos abajo del codo.
Para el tratamiento experimental, cirujanos colocaron en el 2014 un pequeño dispositivo en su cerebro que incluye 96 electrodos que penetran justo por debajo de la superficie. Monitorea una pequeña cantidad de neuronas en la región que controlan el movimiento de su mano derecha.
«Realmente sólo escuchamos algunas pocas conversaciones entre esas neuronas e intentamos averiguar de qué hablan», dijo Chad Bouton, uno de los autores del ensayo que trabajó en el proyecto.
Durante los primeros meses, Burkhart se desgastaba mentalmente por concentrarse en exactamente qué músculos debería mover, dijo en entrevista. Ahora «es mucho más fácil», agregó.