Adele tuvo el álbum más vendido en el mundo el año pasado, un éxito global que ayudó a la industria de la música a registrar su primer incremento significativo desde los inicios de la era digital hace dos décadas.
Las cifras difundidas el martes por la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI, por sus siglas en inglés) muestran que el álbum «25» de la cantante británica vendió 17,4 millones de copias, cinco veces más que los subcampeones Ed Sheeran y Taylor Swift, cuyos discos «X» y «1989» vendieron 3,5 millones de copias cada uno.
El sencillo más vendido del año fue «See You Again» de Wiz Khalifa con Charlie Puth, con 20,9 millones de copias.
La IFPI dijo que los ingresos globales de la música grabada se incrementaron 3,2% a 15.000 millones de dólares entre 2014 y 2015, cuando la industria diezmada por la revolución digital volvió a crecer. El grupo indicó que el incremento marca «el primer crecimiento anual importante en casi dos décadas».
La directora ejecutiva de la IFPI, Frances Moore, dijo que la cifra «refleja a una industria que se ha adaptado a la era digital y que ha emergido más fuerte y más lista».
Por primera vez la música digital generó la mayor parte de los ingresos: las ventas de música digital, incluyendo streaming y descargas, representó el 45% del total, frente al 39% de música en vinilo, CDs y otros productos físicos. La mayoría del resto de los ingresos provinieron de derechos de interpretación.
En Internet, la gente escucha cada vez más música vía streaming que por descargas. Los ingresos por streaming subieron 45% en el 2015, los de descargas bajaron 10,5%.
Pese al incremento general de ingresos, el reporte señala que existe una brecha de crecimiento entre la cantidad de música consumida y el dinero que perciben los artistas y productores.
La IFPI dijo que su «brecha de valor» se incrementó debido a la creciente popularidad del streaming en servicios apoyados con publicidad y donde los usuarios hacen uploads, como YouTube, que argumentan que están exentos de las reglas de licencia que aplican a otros servicios de música, y les pagan menos a los músicos y compañías de grabación.
Moore dijo que «la brecha de valor es la limitación más grande en cuanto a crecimiento de ganancias para los artistas, sellos discográficos y todos los poseedores de derechos musicales». Indicó que los legisladores alrededor del mundo deberían cerrar la rendija legal que beneficia al streaming.