Al entrar ya se sentía el calor de la cocina y el olor a comida en cocción. Eran las 10:30 de la mañana y Belkis Freitez ya tenía adelantado el almuerzo de ese martes para los abuelos que acuden en busca de un lugar donde alimentar su día.
Tiene por nombre Pan de Vida Eterna en el sector Los Angeles, no es un comedor con grandes instalaciones construidas para ese fin, inicialmente era una capilla y con la colaboración de la comunidad y mano de obra gratuita se fue levantando. Su fachada se identifica por un gran portón viejo, pero que al entrar demuestra que sólo se necesitó la voluntad de un grupo de personas para adaptarlo en un refugio de mediodía.
Los alimentos que preparan es el resultado de la donación de la feligresía, o quienes ellos llaman padrinos; que de sus mercados sacan rubros para ser regalados; algunos abuelos destinan parte de su poco dinero para colaborar con comida.
Así se van resolviendo los alimentos de cada semana; confiando en la caridad de muchos y encomendándose a Dios para que no los abandonen en el camino que desde hace tres años decidieron emprender y que hoy día la crisis del país los limita más.
Y es que conseguir una harina, margarina, aceite, leche, avena, mayonesa, salsa de tomate, caraotas, arroz, jabón de baño, papel higiénico, entre otros productos más, se ha convertido en un acto de suerte o en una prueba de paciencia tras largas colas a las afuera de los supermercados. Las familias se han visto en la penuria de someterse a horas de espera con tal de obtener un artículo regulado con el que puedan alimentarse al mes.
Si para un grupo familiar de 4 a 5 personas se les hace difícil rendir los alimentos, más complejo se ha vuelto para las encargadas de refugios, casas hogar, ancianatos y comedores sociales en Barquisimeto, seguramente igual en el resto del país.
Lo que antes podían adquirir por bultos porque les rendía más el dinero, ahora deben unirse a las colas para comprar un rubro que debe alcanzar; en su mayoría para las más de 20 personas que atienden.
Iris Mujica en el 2015 recibía 11 mil bolívares mensuales para la compra de alimentos de un mes, distribuidos en desayunos, almuerzos y en ocasiones meriendas. El aporte lo realiza la Gobernación del estado Lara, no es una iniciativa del actual gobierno, ya que la Casa del Abuelo, ubicada en Santa Rosa, tiene 21 años de funcionamiento; primero en lugares alquilados hasta que los mil bolívares que les otorgaban se volvieron insuficientes y decidieron mudar el comedor para un corredor de la vivienda de Iris.
Este año no han podido comenzar a funcionar por problemas con una documentación que deben tramitar ante el ejecutivo regional para le continúen dando el aporte. Iris no sabe si lo incrementaron, pero le preocupa cómo se dispara la inflación en Venezuela y las dificultades para conseguir los alimentos más básicos.
El año pasado tenían que hacer la cola para poder comprar más económico y productos como la harina, pasta, arroz, azúcar, caraotas, que son fundamentales en la dieta de los abuelitos. Muchos de ellos también salieron hacer su cola en los supermercados para aportar su granito de arena al comedor y garantizar los almuerzos de varios días, aunque no están obligados a hacerlo por tratarse de un programa social.
“Por lo menos las caraotas el año pasado se comió una sola vez y eso porque una vecina nos regaló y se rindió para todos, pero están muy costosas”.
En ese comedor los abuelos llegan en la mañana desayunan; algunos se quedan para esperar el almuerzo, otros se van a la plaza y regresan al mediodía, y los que trabajan aprovechan de ir a cumplir con sus actividades y regresan.
“Aquí hacemos lo que se puede y sabemos que Dios no nos desampara”, manifestó Iris, sentada en la entrada de su casa, ansiosa para salir porque debía seguir realizando los trámites para poder abrir el comedor a finales de este mes.
Apoyo familiar
La Fundación Hogar de Cuidados Elena Querales, que funcionaba primero en una casa detrás de la iglesia de Santa Rosa pero por malas condiciones de infraestructura hace cuatro años y ante la posibilidad de cierre, Dilia Azuaje una de las trabajadoras decidió ampliar su vivienda de tres habitaciones para convertirla en la casa hogar de las abuelitos. Muchos de ellos sin familia.
El apoyo que recibió fue el de su familia, que se organizaron y colaboraron de diversas formas para mejorar la estadía de los más de 20 adultos mayores con diversas enfermedades. Buscaron cemento, cabillas, ventanas y quienes sabían de albañilería se abocaron a la ampliación.
Después de cuatro años el problema ha cambiado, ahora les preocupa la comida del día a día por la escasez y lo costoso de los productos, verduras o frutas. “Sobrevivimos haciendo la cola e ingeniándonosla para rendir, el papel higiénico hace tiempo que no lo vemos aquí”.
Hasta la merienda de las tarde se ha ido eliminando, que por lo general era un pancito con café por ser el preferido de los abuelos. Con los incremento de los precios ahora lo hace una o dos veces a la semana. Dilia explica que la casa hogar se mantiene con el aporte que dan algunos familiares de los adultos mayores, más la colaboración de vecinos y sus hijos que tratan de llevar al menos un artículo regulado. “Aquí estamos sobreviviendo”.
Estas son algunas de las muchas historias dentro de comedores sociales y casas hogar que se encuentran en la ciudad. Lugares no tan conocidos por los habitantes e incluso inexistentes para gobernantes, pero que en medio de las dificultades sus cuidadoras y organizadoras no han desamparado a ciento de abuelitos que se conforman con al menos una comida al día.
Niños en cuidados
Detrás del comedor Pan de Vida Eterna, en el sector Los Ángeles, también funciona un servicio de cuidado de niños de nombre En los Brazos de mamita María, fue creado hace 3 años, salió como una iniciativa de la iglesia, pensando en todas esas madres que deben trabajar y no tienen como pagar fuertes sumas de dinero en maternarles.
Actualmente tiene 49 niños, sus padres aportar 1.500 bolívares mensuales que son usados para los alimentos, detergentes y el mantenimiento de las instalaciones.
Con la escasez los representantes han decidido también aportar aquellos que son difíciles de obtener para que sean preparados a los niños. “Aquí todos nos organizamos y colaboramos con lo que se pueda, porque estamos consientes de las dificultades. Pero nunca perdemos la Fe en Dios”, dijo Gladys Lugo, una de las docentes a cargo de los infantes. Para ella las grandes obras sociales si se pueden dar; con amor y confiando a Dios el camino para ir saliendo de los problemas, en especial los que vive hoy Venezuela.