La importancia de que en una sociedad existan jueces independientes y autónomos que defiendan los derechos de los ciudadanos contra las arbitrariedades del Poder que manipula leyes, personas y circunstancias a su antojo, es vital. Es más, es posible concebir un ordenamiento jurídico sin leyes pero no sin jueces.
Pero cuando los jueces no son probos mentalmente, honestos intelectualmente y sanos emocionalmente es cuando la interpretación de las normas y las decisiones jurídicas que de ellos fluyen siempre serán complacientes en beneficio del mejor postor o del Poder político de turno.
Hay muchos jueces que saben derecho, pero no siempre lo entienden. Cuando son vulnerables y solamente saben derecho, entonces son capaces de torcerle el brazo a las leyes y a la justicia mediante disquisiciones y apreciaciones que no soportan un análisis serio y profundo – ni siquiera superficial – conceptualmente ; ni tampoco permiten deducir la relación existente entre los hechos y las normas aplicables a las causas que sentencian, suficientemente sensatas para producir fallos congruentes con la misión del juez: la búsqueda de la verdad y de la justicia teniendo como soporte sus conocimientos académicos, su convicción ética y su conciencia. Las leyes pueden ser buenas o malas, pero los jueces no tienen ese privilegio opcional…
El juez es un héroe – o debería serlo – en las sociedades, pues en sus manos está hacer cumplir y respetar las leyes, con apego al espíritu, propósito y razón con las que el legislador las sancionó para ser escudo contra los atropellos y abusos de todos aquellos que propician la anarquía y el descontrol en la administración y las instituciones públicas, sobre todo, porque es desde donde con mayor desconsideración se maltrata a la ciudadanía.
Entre nosotros, en los tiempos que corren, venimos padeciendo las demostraciones más grotescas del uso oportunista del derecho y del sistema de administración de justicia del país, incluida nuestra Carta Magna convertida en letra muerta, aplicada o desaplicada al gusto del consumidor y principal beneficiario: Miraflores.
Producir sentencias injustas y sesgadas en serie, preñadas de revanchismo y resentimiento político no debería ser la vocación de los jueces porque de esas “virtudes” solo derivan juicios errados generadores de pasiones desbordadas que atentan contra la paz de la República ya bastante amenazada por las dramáticas circunstancias económicas y sociales que vive el país. El talento jurídico, la tradición y los principios saludables del derecho jamás pueden estar orientados a la venganza – abandonada hace muchos siglos cuando el derecho dejó de ser asunto privado – sino a corregir las extralimitaciones entre los seres humanos y entre las instituciones en su relación con la sociedad.
No es sano, pues, que los tribunales, de cualquier jerarquía, y especialmente el tsj – en minúscula – pongan su soberanía al servicio de parcialidades y peticiones que no sean ajustadas al ordenamiento jurídico vigente en la nación. Sentencias deleznables, tal como las que recaen contra las decisiones y leyes aprobadas por la AN – ahora sí, en mayúsculas -, que por lo descabelladas, gravitan sobre la incapacidad de comprensión de cualquier estudiante de derecho y desdicen de las funciones que asumen algunos con el afán de ponerse al servicio del Poder, y peor cuando ese Poder se ejerce a través de un régimen militarista-despótico como en el caso Venezuela. No merecen llamarse Magistrados…