#Editorial: ¿Obsoletos?

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Una de las últimas predicciones de Nicolás Maduro es que los periódicos serán obsoletos en uno o dos años.

Aparte de que resulta difícil precisar si se trata de un simple pronóstico o de un deseo, vista su aversión hacia el análisis, el debate y todo cuanto entrañe pensar, representa un verdadero alivio tomar en cuenta lo seguido que el Presidente suele fallar en sus profecías. ¡Eso consuela!

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Por ejemplo, cuando, al saludar el nuevo año, en 2014, aseguró que por mucho tiempo el dólar se mantendría al cambio de 6,30 bolívares. Antes, el 19 de noviembre de 2013, empeñó así su palabra, respecto a la inflación: “Con la habilitante voy a dejar los precios donde tienen que estar”. Y, ¿cómo olvidar la “ofensiva contra la corrupción”, que sería librada a partir de 2014? También, su solemne promesa de “pulverizar” el dólar paralelo. O el “cerco al narcotráfico”, proclamado en junio de ese mismo año.

Lo que sí asusta es el anuncio que a renglón seguido de su vaticinio sobre la muerte de los periódicos, hiciera el augur de Miraflores. Ha dicho que Venezuela se independizará y fabricará (el Gobierno, se supone) su propio papel, “para los periódicos, los cuadernos, todo lo que necesitemos”. Eso aterra. El país tiene clara conciencia del devastador efecto de la hegemonía oficial, no sólo en cuanto tiene que ver con la comunicación. Sobran los ejemplos en el campo económico. Ahí está el déficit del azúcar, luego de que al Gobierno le diera por intervenir los centrales. Al de El Tocuyo lo rebautizaron como Pío Tamayo, pero ese simbólico detalle no lo salvó del mismo caos en que se han hundido los diez ingenios que pasaron a manos del Estado, para “relanzarlos”. El cemento nos deparó una lección similar. Y, en estos días de oscuranas, todos somos testigos del desastre en que acabó el sector eléctrico.

Ahora, si Maduro justifica el hecho de privar de papel a los periódicos porque, según él, no tendría sentido destinar parte de las escasas divisas a la importación de ese insumo, siendo que en uno o dos años el influjo digital sepultará a los medios impresos, tal argumento se desmorona hasta revelar su absoluta insinceridad, pues algunos diarios sí cuentan con el privilegio de asegurar sus pedidos. Incluso, en una misma ciudad, en Valencia, pocos días después de que El Carabobeño, con una nómina de 470 trabajadores, se viera forzado a cerrar, Notitarde celebró ruidosamente el arribo de un barco, procedente de Chile, con 160 contenedores de papel. ¿No es una discriminación prohibida por la Constitución Bolivariana? Y si no hay papel para los periódicos porque están a punto de desaparecer, por obsoletos, junto a los libros, algo mucho más funesto ocurre en materia de salud. ¿Qué es lo que sabe el Gobierno, que además dejó sin medicinas ni equipos a los hospitales? Oponerse a que el país acceda a un fondo rotatorio internacional de fármacos, sólo por el capricho de negar la crisis humanitaria que pese a todo está presente, coloca en riesgo evidente de exterminio a, por lo menos, 15 % de la población venezolana, con su ancho segmento de hipertensos y diabéticos. Hospitales y clínicas se quedaron sin provisión de insulina, hipertensivos, anticonvulsivantes y antibióticos.

No, señor. Obsoleto es anteponer ideologías al pensamiento de una nación, y a la propia vida. Cuba, ¿cómo puede ignorarlo?, sin renunciar a su comunismo, decidió abrir sus destartaladas ventanas al mundo. Dios mediante, la libertad arribará pronto a la isla de los ateos Castro. Si se estira la mirada, allí está asimismo la floreciente Vietnam. Con su suelo aún ensangrentado por cruentas guerras que dejaron más de cuatro millones de muertos, se incorpora sin reversa a la abierta economía de mercado. Es más, Vietnam se apresta a recibir en mayo al presidente Barack Obama, pese a todas las razones que tiene esa nación para guardarle rencor a los Estados Unidos.

Obsoleto es el populismo, el estilo autoritario de mandar. Obsoleto es el culto a la personalidad. Obsoleto es el mesianismo. El totalitarismo. La impunidad. Obsoleto, e inadmisible, es que una democracia tenga presos políticos.

¡Larga vida a los periódicos!

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