BUDAPEST, Hungría (AP) — Imre Kertész, el escritor húngaro que ganó el Nobel de Literatura en 2002 por una obra de ficción inspirada en gran parte en su experiencia real como prisionero en campos de concentración nazis, falleció el jueves. Tenía 86 años.
El escritor murió a las 4 de la madrugada en su casa de Budapest tras una larga enfermedad, indicó la editorial Magveto Kiado.
El presidente húngaro Janos Ader dijo que la vida de Kertész fue un “regalo” a todos los que amaron, conocieron, leyeron y lo comprendieron.
“Veía con una agudeza sin igual y hacía que otros vieran exactamente la naturaleza de las dictaduras, ‘la edad de la irracionalidad’”, dijo Ader en una carta a la familia del escritor. «Sabía que la falta de libertad exterior puede ser soportada sólo con la libertad del espíritu».
“Nos enseñó que no deberíamos olvidar nada, sobre nuestro pasado porque todo pertenece a nuestro destino común, nuestro ‘Sin destino’ común”, agregó haciendo referencia al título de la famosa novela de Kertész sobre el Holocausto.
Kertész también recibió homenajes en Alemania, donde vivió por mucho tiempo antes de regresar a Hungría hace unos pocos años.
“A través de su trabajo, Imre Kertész dio un nuevo tono para recordar los años más obscuros de nuestra historia”, dijo la ministra de cultura de Alemania, Monika Gruetters. “Como testigo escribió con una gran maestría literaria sobre sus desgarradoras experiencias en el campo de concentración. Sus libros… son su legado, no serán olvidados y persistirán en la historia de la literatura para las futuras generaciones”.
En un comunicado, Gruetters destacó «la estima que mostró para los alemanes a pesar de sus duras experiencias», que dijo, «tuvo un gesto noble», con su decisión de entregar su archivo a la Academia de Artes en Berlín.
Nació en Budapest el 9 de noviembre de 1929, Kertész tenía sólo 14 años cuando fue deportado al campo de concentración de Auschwitz en Polonia, en 1944. Sobrevivió a ese campo y después fue transferido a Buchenwald, de donde fue liberado en 1945.
«De niño uno tiene una cierta confianza en la vida. Pero cuando ocurre algo como Auschwitz, todo se desmorona», dijo una vez.
Sin embargo, Kertész también hizo la desconcertante confesión de que había experimentado «mis momentos más radicales de felicidad» en el campo polaco.
«No pueden imaginarse cómo es que le permitan a uno tumbarse en el hospital del campo, o tener un descanso de 10 minutos de un trabajo indescriptible», dijo a la revista Newsweek en una entrevista en 2002. «Estar muy cerca de la muerte es también una cierta felicidad. Simplemente sobrevivir se convierte en la mayor libertad de todas».
Tras regresar a su nativa Budapest, Kertész se ganó la vida trabajando como periodista y traductor.
En un país donde las autoridades comunistas le miraban con recelo, pasaba el tiempo traduciendo al húngaro la obra de Friedrich Nieztsche, Sigmund Freud, Ludwig Wittgenstein y Elias Canetti, en un pequeño apartamento con vistas al Danubio.
Influido por las novelas existencialistas de posguerra de Albert Camus y Jean-Paul Sartre, Kertész estaba fascinado por el destino del individuo en un entorno a menudo totalitario, donde otros deciden su futuro.
«Soy un judío no creyente», dijo una vez en una entrevista. «Pero como judío fue llevado a Auschwitz. Formo parte de esos judíos a los que Auschwitz transformó en judíos».
«Sin destino», una de las novelas por las que ganó el Nobel en 2002, se publicó finalmente en 1975 tras una década de lucha por sacarla a la luz.
La novela se vio ignorada en su mayor parte, tanto por las autoridades comunistas como por el público, en un país donde la concienciación sobre el Holocausto seguía siendo irrisoria, pese a la muerte de unos 50.000 judíos húngaros a manos de los nazis y sus lugartenientes locales.
Según Kertész, el estado casi de tabú que sufrió «Sin destino» durante tanto tiempo podría deberse al hecho de que si bien trataba sobre el Holocausto, el libro también reflejaba el sistema totalitario comunista en Hungría.
«Escribí ‘Sin destino’ sobre el régimen de Kadar», dijo el autor en una entrevista con el semanario húngaro Elet es Irodalom, refiriéndose al dictador comunista Janos Kadar, que gobernó Hungría hasta poco antes de los cambios democráticos de 1990.
«Cualquiera que viviera en la Hungría de la década de 1970 tenía que darse cuenta de inmediato de que el autor (de ‘Sin destino’) conocía el presente o lo detestaba», añadió.
Para Kertész, el proceso de adaptación al Holocausto descrito en su libro podría aplicarse también a lo que le ocurrió a la gente en Hungría tras la revolución anticomunista fallida de 1956.
En su comunicado al anunciar su premio Nobel, la Academia sueca también reconoció este elemento en la obra del escritor.
«El mensaje de Kertész es que vivir es conformarse», indicó la institución. «La experiencia individual parece inútil en cuanto se considera a la luz de las necesidades e intereses del colectivo humano».
Otros dijeron que la obra de Kertész también podría verse como un estudio de todos los regímenes represores.
«La significancia de Kertész era que en cierto modo, formuló la esencia del totalitarismo», dijo Gabor T. Szanto, escritor y editor de Szombat, una revista cultural judía.
En las décadas de 1980 y 1990, Kertész publicó numerosas novelas que abordaban los temas del Holocausto, la dictadura y la libertad personal. Estas obras le valieron el respeto como profesional, pero no le llevaron a un gran público.
Todo eso cambió cuando ganó el Nobel, que le supuso fama nacional e internacional.
En su discurso de aceptación del Nobel, Kertész afirmó con su ironía típica que escribía sólo para sí mismo. «No tenía un público y no quería influir a nadie», dijo.
En los círculos literarios se le consideraba como un colega jovial, con una visión crítica dura y directa. Un gesto típico de su personalidad fue su rechazo a respaldar los planes de colocar una estatua suya junto a la de otros ganadores húngaros de un Nobel.
A pesar de esto su triunfo en el Nobel, siendo el primer húngaro en recibirlo en la categoría de literatura, causó gran resentimiento entre sus connacionales que habrían preferido que un húngaro no-judío recibiera el honor.
Pero con el tiempo «Sin destino» fue incorporado en la lista de lecturas de secundaria en Hungría y Kertész recibió varios homenajes oficiales.
Describió «Liquidación», publicada en 2003, como su «última novela sobre el Holocausto».
El libro está ambientado durante la transición húngara del comunismo a la democracia en 1989, y el autor dijo que trataba sobre «la gente que no experimentó el Holocausto de forma directa, la segunda generación, que aún tiene que lidiar con él».
Entre sus otros libros destacan «Fiasco» (1988) y «Kaddish por el hijo no nacido» (1990) —que forma parte de una trilogía con «Sin destino»— o «Yo, otro» (1997) y «Dossier K» (2006), una novela autobiográfica.
Magveto Kiado dijo que durante los últimos meses de su vida, incluso cuando estuvo enfermo, Kertész ayudó a preparar una selección de sus diarios escritos entre 1991 y 2001 que fue publicada este mes en Hungría.
Una versión cinematográfica de «Sin destino» dirigida por Lajos Koltai para la que Kertész escribió el guion se estrenó en Hungría en 2005.