No me atrevía a escribir el título de estas notas. Muy poca gente tiene ánimo optimista hoy en Venezuela.
Podría parecer una burla, pero no lo es. Son oleadas de jóvenes los que desean irse. Con frecuencia me tumba el pesimismo. Leo unas declaraciones del empresario Marcel Granier en las cuales afirma, con razón, que Venezuela no tiene futuro y me sube el pesimismo. Observo los recuentos de hechos negativos, reales y efectivos, que se viven en el país. Todos innegables.
Venezuela es hoy un país destruido, una sociedad por reconstruir y todavía no podemos comenzar su reconstrucción, debemos esperar que el gobierno termine y Maduro se vaya. Sin embargo, no es conveniente que continúe en el poder, es necesario, imperativo, que el gobierno concluya hoy, constitucionalmente, a través de una renuncia, de una enmienda, de un revocatorio o la declaratoria de la Asamblea Nacional del abandono del cargo por parte del presidente, pero que concluya y lo más rápido posible.
En medio de mis pesimistas reflexiones sobre Venezuela, ocurren los lamentables y tristes atentados terroristas en Bruselas. Muerte y destrucción en una ciudad hasta ese día pacífica, segura y llena de una vida académica y cultural de gran renombre y tradición.
La maldad existe y en ocasiones existe en grado superlativo. La raza humana se ha olvidado de su propia dignidad porque se ha olvidado de Dios. Dios es el gran ausente en la vida diaria de muchos pueblos del mundo. Los fundamentalistas no creen en Dios, creen en ellos mismos. Nadie tiene derecho a matar en nombre de Dios, inventan cualquier excusa para matar y destruir. Eso es un gran pecado.
El papa Francisco, en medio de los terribles acontecimientos de Bélgica, además de condenarlos, ha hecho una afirmación que me hizo cambiar del pesimismo al optimismo. Ha dicho que hay que llevarle esperanza al mundo de hoy. Hay que llevarle esperanza a Europa. El hombre ha sido creado por Dios para trabajar, cumplir esa obligación es un mandato divino.
El hombre está llamado por Dios para construir esa sociedad más humana y más justa. No es fácil, pero dejarnos dominar por el pesimismo y la tristeza no es cristiano, por eso las palabras del Santo Padre Francisco contrastan con el pesimismo reinante en Europa, porque para un cristiano siempre es hora de una nueva esperanza fundamentada en Dios que pone el incremento para crearla. En el caso venezolano, al que el Papa también le dedicó un mensaje, mi optimismo hoy se fundamenta en las inmensas reservas morales del noble pueblo venezolano, en su vocación pacifista y democrática. El pasado 6 de diciembre los venezolanos elegimos una nueva Asamblea Nacional que ha marcado la pauta de un cambio y de una nueva hora que viene.
Muchas veces me he preguntado qué hubiera pasado, dónde estaríamos hoy, si el oficialismo hubiera ganado el 6D. Mantengo mi fe en Venezuela y me inclino por el optimismo. Dios nos ayude.