Con el propósito de difundir la Biodanza y llevarla del salón a otros espacios menos convencionales, un grupo de soñadores asumió el proyecto de crear una bioaldea en pleno corazón de las montañas sanareñas.
Una antigua casita rural, enclavada en la cima de una loma en el sector Palmira del municipio Andrés Eloy Blanco, fue transformada en lugar de encuentro y recibimiento, con la construcción de nuevas habitaciones, un espacioso y ventilado comedor, jardineras y caminerías de piedra.
Un silencio amplio cobija al visitante y lo invita al disfrute y el descanso en las habitaciones, cuyas blanquísimas fachadas resaltan en el paisaje andino y una hamaca dispuesta recuerda que la placidez aun es posible.
Queremos ofrecer algo diferente, ese es el valor diferencial, cuenta Oscar Castillo, dueño de la posada y estudiante de Biodanza en fase de titulación. Por ello, la bioaldea cuenta con un círculo de la cultura, hay sesiones de Biodanza, paseos guiados sitios de agua, comida saludable y ecológica. También planeamos llegar a producir nuestros propios alimentos para satisfacer nuestras necesidades, bajar el consumo y cambiar el tipo de energía.
El proyecto comenzó en noviembre de 2015 con un Taller de la Abundancia donde participaron Elizabeth García, Francis Santana, Luis Eduardo Baptista y Mariela Reyes.
Sin embargo, Castillo apunta que el origen se remonta al año 2012 cuando se celebró en Brasil el Congreso Nordestinos, con más de 1.200 participantes de todas partes del mundo. Allí nace la inquietud de “sacar” a la Biodanza de las aulas, tras su consolidación y presencia en varios continentes.
“El siguiente paso es tomar otras espacios porque sino, la Biodanza se convertiría en una iglesia, donde vamos los días domingo a rezar y listo, se acabó; y a criticar y enjuiciar a los demás”, expresa.
En ese encuentro, Castillo y una participante sudafricana elaboraron un proyecto basado en los sueños de cada integrante del grupo y mediante unos dibujitos fueron representando los deseos expresados por sus compañeros: “yo sueño vivir en el campo”, “yo quisiera estar en contacto con la naturaleza”, “yo anhelo danzar en todos los espacios”…
“Así se formó la imagen de un árbol y un río a su lado: el río es la Biodanza que nutre ese árbol, el cual representa a la familia, la sociedad”, recuerda Castillo.
Con esa inquietud colectiva, Castillo regresa a Venezuela, donde le sucedió un episodio místico a través de un tío muy querido y cercano que murió, quien le trasmitió un mensaje sobre su misión de vida y le dijo: “Tú debes hacerlo, ahí, en la posada, porque el sistema se va a expandir”.
Luego, durante una clase de Biodanza en Maracay, Castillo le propone a los asistentes construir un campamento cultural, donde se practiquen diferentes disciplinas enfocadas en el Principio Biocéntrico.
-Yo tengo la posada- les dice Castillo – ¿para qué vamos a proyectar tan lejos si lo podemos hacer de una vez? Vénganse a Sanare y comenzamos a edificar de una vez…
Y así empieza a tomar forma el proyecto de una bioaldea en los espacios de la posada Tierra Blanca, a unos 10 minutos del centro de Sanare.
Turismo, ecoaldeas y Biodanza
La intención de este proyecto ha sido la desestructuración de la sociedad como tal, para lo cual Castillo ideó una pirámide, cuya parte de arriba es el Principio Biocéntrico, a un lado de la base se ubican las ecoaldeas y al otro extremo, el turismo. ¿Cómo se relacionan estos tres elementos?
Castillo explica que hacemos turismo en compañía de nuestros afectos más preciados: padres, pareja, hijos, amigos. De allí que la actividad turística sea un puente para entrar al núcleo de la sociedad, la cual está desestructurada totalmente, antagónica, con antivalores reales cabalgando todos los días.
“Aquí hemos experimentado que cuando las personas asisten a la sesión de Biodanza, se sorprenden al sentir que afloran sus emociones y se conectan afectivamente con los otros participantes, desconocidos hasta ese momento”, expresa Castillo.
Recuerda que hasta ahora, las ecoaldeas se caracterizaron por personas que querían vivir ecológicamente pero se aislaron porque dicen que la sociedad es mala. Sin embargo, “allí está el inconsciente numinoso (concepto creado por Rolando Toro), el cual acepta lo bueno y malo, porque los seres humanos tenemos sombras y luces. En ese sentido, el paradigma señalaba a las ecoaldeas para un grupito de gente, y no se replicaban”.
Con la bioaldea, estamos experimentado la forma de hacer ese puente entre turismo y familia para inyectar el Principio Biocéntrico: el amor y el respeto a la vida. Aquí entra todo el mundo: cristianos, budistas, judíos, ateos, el que quiera, porque el principio es la vida, enfatiza Castillo.
Inspirado por el sistema nacional de orquestas, Castillo avizora ya el sistema nacional de bioaldeas turísticas: “Este es el primer ensayo, pero la idea es replicarlo. Ese es mi sueño”.
Danza de la vida
– Biodanza: es un sistema de integración humana, renovación orgánica, reeducación afectiva y reaprendizaje de las funciones originarias de vida. Su metodología consiste en inducir vivencias integradoras por medio de la música, del canto, del movimiento y de situaciones de encuentro en grupo.
Fue creada en 1968 por Rolando Toro, maestro, músico, poeta e investigador chileno.
– Principio Biocéntrico: plantea que el Universo está organizado en función de la vida y sitúa a ésta al centro de todas las actividades humanas. Propone una reformulación de nuestros valores culturales que tome como referencial el respeto por la vida.
Oscar Castillo está en fase de titulación para ser facilitador de Biodanza y se formó en la Escuela Venezolana de Biodanza en Caracas, pionera en el país, a cargo de Nelson Galante.
Existen otras cinco escuelas de Biodanza en Venezuela, una de ellas en nuestra entidad: la Escuela de Biodanza Barquisimeto, dirigida por Florelena Pérez Calles.