En estos días de reflexión, producto de los tantos problemas que nos ha tocado vivir, ha sido posible hacer un repaso por todas las circunstancias que forman el comportamiento del ser humano, y al permanente encuentro con la miseria humana que a algunos rodea.
Este análisis no es exclusivo de la actuación del sector político, tan de moda en estos tiempos, sino que tiene que ver con las motivaciones del ser humano, como protagonista del devenir de la sociedad como un todo.
Es común encontrarnos, en nuestro entorno, seres con posiciones farisaicas, producto de asumir una doble personalidad, una ante la sociedady otra en su fuero interno, donde se libra una gran batalla por contener ese yo interior moldeado con una buena dosis de maledicenciay propensión a la infidelidad consigo mismo.
Siempre se ha dicho: “dime de que alardeas y te diré de que padeces”, frase lapidaria y perfectamente aplicable a aquellas personas que hacen alarde de una condición que no poseen, y que solo la utilizan como un salvoconducto ante la vida, ya que son grandes transgresores de cuanto dicen pregonar.
Es triste cuando nos toca revisar el entorno más cercano y descubrimos, que algunas personas detrás de su apariencia esconden toda una conducta difusa y con una mentalidad retorcida y resulta muy difícil, poder lograr que esas personas reconozcan públicamente esta conducta, ya que su fortaleza radica, en mantener en la oscuridad la inmundicia que les rodea.
Sin pretender hacer un análisis psicológico del comportamiento humano, si es posible determinar el fariseísmo con el cual actúan ciertas personas, independientemente de su cualidad profesional, puesto que la actitud de deslealtad y maledicencia del ser humano, es perceptible, aunque sea tardía la caída de la máscara que la encubre.
Aunque no me inclino por las interpretaciones zodiacales, en ocasiones estas logran identificar a través de los signos las características de sus afines: su carga de maldad, la infidelidad a los principios, la personalidad dubitativa, la traición, las bajas pasiones, la simulación, la perfidia y la capacidad para engañar a sus semejantes con una conducta que le es impropia.
Que frustrante resulta, descubrir a alguien que por siempre ha censurado determinada conducta, practicarla sin el menor rubor, y luego pretender disimularla con una actitud de singular bajeza, buscando encubrir una debilidad de su deber ser. A veces pensamos, que estas reflexiones parecieran tener destinatario cierto, pero me produce pena ajena, por eso prefiero concluir con una cita bíblica: “aquel que se sienta libre de pecado, que arroje la primera piedra”, si su conciencia se lo permite. Valor y Pa’ lante.